Marc y José María, los primeros de la izquierda, durante la práctica. | Pere Bota

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A partir de la naturaleza, Raixa 2020 plantea ser una puerta de acceso al mercado laboral. Subvencionado por el SOIB, este proyecto del lnstitut d’Afers Socials (IMAS), que ya llega a su cuarta edición, tiene como objetivo mejorar la ocupabilidad de las personas con discapacidad –tanto psíquicas como físicas– y sus habilidades comunicativas para la inserción en el sector profesional.

El programa ofrece dos certificados, uno de actividades auxiliares en agricultura y otro de actividades auxiliares en viveros, jardines y centros de jardinería. La coordinadora de Raixa 2020, Alba Sastre, detalla que «son cursos con una duración de nueve meses. Cada año ofrecemos un total de diez plazas». La formación se divide en clases teóricas y prácticas en la misma finca. Cada alumno recibe una nómina durante sus prácticas a través de la subvención.

Encontrar trabajo

«Me gustaría encontrar trabajo». Esta es la principal ilusión de estos alumnos, que se muestran afortunados de aprender el oficio de la tierra y en un espacio tan tranquilo. Raquel Julià, de 45 años, asegura, precisamente, que estar en Raixa «me hace desconectar y relajarme». Esta mallorquina se apuntó al curso, dice, «por supervivencia. En el centro donde voy me avisaron de esta oferta y me interesó mucho ya que tengo familiares que se dedican al campo y conozco la profesión». Hace un año que se quedó sin trabajo después de su paso por un taller de chapa y pintura. Aunque no quiere que se acabe este programa, y reconoce que «lloraré cuando termine», a Julià le gustaría encontrar trabajo en un vivero.

reportatge raixaFOTO: BOTA
Raquel Julià plantaba verduras en la entrevista.

El perfil del solicitante es gente que bien lleva mucho tiempo sin trabajar, bien ha tenido diversos trabajos pero que no han conseguido mantenerlos. Jose Maria Dolç, de 52 años y de Binissalem, es uno de los alumnos más veteranos. Se ha dedicado veinte años al mundo de la agricultura, pero reconoce que el curso le ha ofrecido conocimientos «que tenía. En Santa Eugènia estuve trabajando de podador», cuenta. Tras este curso le gustaría continuar en la agricultura. Dolç, asimismo, es todo un referente para los más jóvenes. «Sí, yo intento ayudar a mis compañeros en las cosas que no saben», bromea junto a sus compañeros.

Desconexión, paz y tranquilidad es lo que le aporta la tierra a Marc Quesada, de 33 años y afincado en la Torre de Llucmajor. «Yo estaba haciendo un grado medio pero no me gustaba. Así que desde mi centro me ofrecieron esta oferta laboral y dije ‘voy a probar’». Aunque este programa acaba de comenzar, Quesada asegura estar «muy contento» por estar en Raixa.

Este programa va destinado a personas mayores de 30 años, sin formación previa en agricultura y jardinería y con una discapacidad mínima de 33 %. Su amplio espacio al aire libre ha conseguido que la pandemia no haya cambiado, este cuarto año, los planes de esta formación sociolaboral. Asimismo, Alba Sastre destaca el uso de las mascarillas en todo momento, la infección de los materiales y herramientas así como la disponibilidad de EPI, geles desinfectantes y demás. Sastre también menciona que los alumnos tienen cada jueves una tutoría individual con ella sobre atención psicosocial porque, explica, «lo más importante también son las habilidades sociales para mantener un trabajo». Desde el IMAS recuerdan que se prioriza la igualdad de género a la hora de seleccionar a los alumnos. La subvención de este año ha sido de 93.149,10 euros.