Para Antoni Martorell, estos 40 años de dedicación han valido la pena. | Jaume Morey

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Antoni Martorell (Palma, 1956) ha dedicado toda su vida a La Salle. Doce años como alumno y cuarenta como maestro de Primaria. Hoy se jubila. Su promoción de estudiante fue la última que finalizó el COU en el edificio de Via Alemanya (actual sede de los juzgados). Martorell es de los maestros con auténtica y pura vocación, y ha sido testigo de la evolución de la educación en Mallorca a lo largo de cuatro décadas.

No debe resultar fácil jubilarse después de tanta dedicación.
— Llegado este momento, sólo quiero dar las gracias a las familias que me han confiado la educación de sus hijos y pedir disculpas a quien haya podido molestar. He sido tutor de más de 1.100 alumnos.

¿Cómo llegó a La Salle?
— Acabé Magisterio en 1977, hice la mili y empecé a tirar currículums. El director de La Salle por aquel entonces, Joaquín Martín, que había sido profesor mío, me llamó en 1980. Estaba preparando oposiciones para entrar en Sa Nostra. Sólo me faltaba un test psicotécnico. No lo dudé y no me presenté al test.

¿Cómo fue el principio?
— En esa época ya se hablaba de educación personalizada y empecé como profesor de 49 alumnos en 5º de EGB. Tuve la ayuda de los compañeros.

¿Siempre estuvo en ese nivel de Primaria?
— En 2002, quise hacer un cambio radical y me propuse enseñar a leer y escribir, por lo que pasé a 1º de Primaria. Fue un gran cambio, pero disfruté. Al verme, otros compañeros quisieron hacer lo mismo.

¿Tiene precedentes docentes?
— Mi padre estudió Magisterio, pero nunca ejerció. De seis hermanos, tres nos hemos dedicado a la docencia y los tres en La Salle. Tengo dos hijas. Una es maestra y la otra, educadora social.

¿Qué balance hace de estos 40 años?
— Han sido una experiencia fantástica. Cada día ha sido diferente y enriquecedor. Desde luego, no han sido 40 años de acudir a una oficina aburrida. He pasado por todos los estamentos del colegio y se puede decir que prácticamente he hecho de todo.

¿Cómo conseguir que un alumno aprenda?
— Enseñar es un equilibrio entre autoridad y confianza. Si hay confianza, un alumno acude contento al colegio y con eso ya ha aprendido la mitad. También toco la guitarra y cuando los alumnos me han dibujado, siempre lo han hecho con este instrumento. Me he interesado especialmente por los intercambios de impresiones con los padres y siempre me he adaptado a sus horarios. La clave es que el alumno no se frustre si no entiende alguna cuestión. Puede sentirse inseguro, tener miedo al ridículo y bloquearse. Hay que acercarse a él y hacerle ver que puede entender lo que en ese momento le parece incomprensible. Si se consigue, entonces tiene un subidón de autoestima y continúa aprendiendo.

Pero siempre se dice que los alumnos actuales han perdido el respeto a la autoridad del maestro.
— En Primaria hay un cierto respeto por el maestro. Cuando los alumnos son mayores, siempre surge el inconformismo. Hay padres que dedican muchas horas al trabajo e intentan compensar a sus hijos atendiendo sus peticiones materiales. Ello puede llevar a que el alumno crea que tiene derechos, pero no deberes. Además, los dispositivos tecnológicos actuales pueden hacer que pierda capacidad de esfuerzo. Entonces hay que recurrir al mencionado equilibrio entre autoridad y confianza.

No sé si a todos, pero ¿recuerda a sus alumnos?
— Si no recuerdo a alguno, pero un día lo veo por la calle, es probable que le reconozca. Lo importante es que sean ellos quienes se acuerden de ti. Cuando eso ocurre, te das cuenta de que ha valido la pena toda una vida de trabajo.