La barra del Bar del Peix, en la pescadería del Olivar. | Pilar Pellicer

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De «vertederos de amor» a territorio prohibido. Las barras de bar, el ecosistema del parroquiano fiel están ya abandonadas. Apenas un cliente salpicado en algún local que otro. Ya en desuso por la pandemia, la nueva normativa que empieza a funcionar hoy las proscribe y en los locales, lo que enfada, más que su prohibición es el mareo constante y la proliferación de normas. «Nos van a volver locos», se queja Fina Amengual, del Espress~art Cafe, en la Plaça Alexandre Jaume. «La barra ya no la usábamos por protección, pero la gente tiene tanto miedo que una más o una menos da igual», dice Alejandro Gómez a las puertas del Trasto, en Plaça d’Espanya mientras señala la terraza casi vacía.

De bar en bar se mezcla la falta de conocimiento sobre las restricciones en vigor en cada momento, con el desánimo por el panorama de falta de clientes. «¿Han puesto ya el toque de queda?», preguntan en un local mientras dos calles más allá se afanan en terminar el menú para las primeras reservas de mesas para comer: en la terraza o en mesa. La reducción de los grupos a seis personas o el cierre de las barras cambia poco el panorama en casi todos los sitios. Sin embargo, en una ciudad no muy dada al estar de pie en los bares, uno de los reductos de los taburetes es el mercado del Olivar. Allí sí que el cierre de la barras es un drama: «Sin ella, estamos fuera».

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Una pareja toma un café en un bar junto a Plaça Espanya.

Javier Estévez, del Bar Los Maños, explica que están pendientes del boletín oficial y de instrucciones para saber cuándo y cómo será efectivo el cierre. «Esperamos que hagan una excepción con los que estamos en los mercados porque tendremos que declararnos en ERTE. No ganas pero no pierdes y aquí somos cuatro los que trabajamos». Hoy es sábado, el día fuerte de las tapas en el Olivar y ayer a mediodía no sabían si iban a poder aprovechar un último día o no: «Ya no hemos preparado las tapas ni hemos cortado mucho fiambre». En la zona de pescadería, el Bar des Peix es uno de los más frecuentados del mercado.

Loli Espases está en las mismas: «Te paran las expectativas». Señala que aún tiene varios compañeros en regulaciones temporales de empleo. «Así no pueden rescatar a nadie más». El bar mantiene unas restricciones más estrechas que las de locales fuera del Mercat. Una línea en el suelo a menos de medio metro de la barra marca el territorio que los taburetes no pueden traspasar. «Ahora estamos a un cincuenta por ciento de la ocupación normal, con la barra cerrada nos quedaremos a un treinta por ciento», explica. Otros ni eso.

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Javier Estevez, en Los Maños. Foto: A. SELENE

Fuera, para Amengual hay medidas que son más lesivas. Apunta a la prohibición de fumar, que espanta a los que se toman un café y fuman un cigarrillo en la pausa del trabajo. «Que unifiquen criterios porque no podemos estar cambiando cada quince días». Mientras, las terrazas es lo único que aguanta, pero ayer había sol y calor: «Ya veremos lo que va a pasar en cuanto haga frío». De momento, las barras seguirán vacías. El temor es que lo hagan aún más las mesas y que las restricciones peguen una vuelta más. Pesa el desánimo.

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Fina Amengual, tras la barra de su local.