Pedro Comas, en una imagen de archivo. | Jaume Morey

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Hay ocasiones en las que un artículo como éste debe arrancar explicando cómo era una persona, no quién era o qué hizo durante su vida. Y Pedro Comas, ante todo, era una persona extremadamente gentil, discreta y honesta, pese a las posibilidades que tuvo para dejar de serlo.

Fue educado con todo el mundo, incluso con quienes pudieron aborrecerle por su trabajo de periodista independiente. Nunca tuvo un mal gesto, fue prudente y juicioso. Creía en la fortaleza del Estado y en la Monarquía, en las tradiciones, en la bondad de las personas y en Dios, lo que nunca impuso al diario que dirigió durante 30 años.

Al contrario, por encima de todas las cosas, creía en la libertad de expresión. Nunca quiso informar de algo sin antes contrastarlo; era puntilloso y escrupuloso en su trabajo. Realizó grandes gestas periodísticas junto a su editor, Pere A. Serra, y a sus equipos de redacción.

Modernizó el diario y contribuyó -pienso yo que como ningún otro periodista en Mallorca- a dignificar este oficio. Fue un gran director de periódicos, porque sólo alguien ilustrado, inteligente y dotado de una asombrosa sensibilidad, es capaz de resistir durante 30 años esta responsabilidad.