Patricia Puerta, en un viaje al extranjero, ha trabajado en este proyecto desde 2018. | P.P.

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Patricia Puerta es licenciada en Biología y doctora en Cambio Global. Desde 2018 es una de los tres investigadores, junto con Miguel Hernández y Covadonga Orejas, del Centro Oceanográfico de Balears, que, a través del Instituto Español de Oceanografía, han participado en el proyecto europeo ATLAS, del programa Horizonte 2020. Se trata de un estudio que ha reunido a más de 200 investigadores alrededor de Europa, Canadá y Estados Unidos, de 24 instituciones y un total de 15 organismos asociados.

¿Cuál ha sido el objetivo de este trabajo?

—Es un proyecto europeo que empezó en 2014 y que se ha centrado en zonas marinas del Atlántico Norte. Hemos evaluado los procesos oceanográficos que afectan a los ecosistemas que forman parte de este fondo marino.

¿Cómo cambiará el océano?

—A través de ese escenario de cara a 2100, hemos visto que alrededor del 90 % del océano cambiará drásticamente por las altas temperaturas, la falta de oxígeno o la disponibilidad de alimento, entre otros factores.

Los ecosistemas marinos vulnerables del océano profundo son los principales expuestos a desaparecer. ¿De qué organismos hablamos?

—De los bentónicos. Nos hemos centrado en las llamadas ‘especies estructurantes’, es decir, las que generan un ecosistema con su propio organismo en el fondo marino. Aquí incluimos, por ejemplo, a las esponjas y los corales de aguas frías. Ellos mismos son habitantes y son parte del hábitat. Son organismos que tardan mucho tiempo en crecer y muy frágiles a cualquier perturbación.

¿Qué ocurriría si llegaran a desaparecer?

—Es una población que apenas se ha estudiado, ya que vemos que no ha tenido interés para la financiación. Sin embargo, son organismos que contribuyen al circuito de reciclado de los nutrientes para otros animales vivos o crean hábitat y refugios para otras especies. Tienen un papel fundamental para la biodiversidad.

¿Cuáles han sido los principales factores que ha abocado a este ecosistema a impactos?

—Sobre todo, el calentamiento del océano ha provocado, entre otras cosas, la acidificación debido a que el C02, al disolverse en el agua, se vuelve ácido y puede llegar a desintegrar el esqueleto de animales como los corales. Por otra parte, se prevé que, a consecuencia del cambio climático, todo el ciclo de nutrientes desde la superficie hasta el fondo se reduzca o no llegue.

Sin embargo, hablan de una posible recuperación para evitar estos impactos, pero «difícil y lenta».

—Uno de los objetivos del proyecto es conocer esos impactos para saber cómo podemos conservarlos y así planificar las actividades humanas dañando esos organismos lo menos posible. Constituyen parte de los llamados ‘ecosistemas marinos vulnerables’, porque tienen un ciclo de vida muy largo y son muy frágiles a cualquier impacto. Su repercusión, por tanto, es lenta.

¿Qué se podría hacer para reducir esos impactos en el fondo marino?

—La clave está en hacer planificaciones antes de que sea demasiado tarde y no destruyamos el ecosistema. Por eso también señalamos la economía azul como objetivo final. Sólo te digo que menos del 1 % del fondo marino se ha estudiado.

¿Podrían desaparecer los corales de aguas frías de esa zona?

—Hemos previsto que el 75 % de los corales de aguas frías por, debajo de 1.000 metros, se encontrarán expuestos a aguas ácidas que podrían erradicarlos. Según nuestra predicciones, para 2100 estos ecosistemas estarán sujetos a un posible calentamiento del agua de más de 2 grados, que ya llevan avisando los expertos, y a otros factores muy críticos. Sería la crónica de una muerte anunciada porque afectaría a toda la circulación oceánica.