Periodistas y cámaras, preparados para las audiencias a las autoridades, que abrieron la agenda oficial de la Familia Real en Baleares. | M. À. Cañellas

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Una mano asomó brevemente y saludó desde la ventanilla trasera del vehículo y luego asomó la cara del rey Felipe VI. Fue una operación que no duró más de 50 segundos pero que puso fin a las audiencias del Monarca en La Almudaina. Fue el momento de más proximidad. Era la una menos diez de la tarde. El saludo iba dirigido a unas cien personas que se habían podido situar de espaldas a la puerta principal de la Seu veinte minutos antes. Hasta entonces, el paso por la zona estuvo restringido. Policía local y nacional informaban de que no se podía pasar.

El vehículo con el banderín de la Casa Real llegó a La Almudaina un minuto antes de las diez. Poco antes fue el coche de la presidenta Armengol, acompañada por su jefe de gabinete. El presidente del Parlament, Vicenç Thomàs, y la presidenta del Consell, Catalina Caldera, llegaron a pie.

«No se puede pasar», había indicado un policía veinte minutos antes de las diez. Decir que eres periodista permite atravesar la plaza y situarte frente a Catedral. Hasta que otro policía informa que ese puesto sólo es para «gráficos». Un tercer policía pide la documentación. ¿Usted es periodista? ¿Y no lleva cámara? No, sólo una libreta, tomo imágenes con palabras. Correcto, pero quédese en esta calle, aclara refriéndose a la de Palau Reial.

El coche del Rey había entrado en La Almudaina como una exhalación. Por la zona, turistas y gente que quería llegar a la Catedral. En principio, la consigna era que no se podía pasar o que estaba cerrado. Pero no. La entrada era por el museo. Una pareja de Granada decide probar suerte y lo consigue. Un representante del museo sale a hablar con los policías.

Hacia la Catedral

La mayoría de gente que se ha acercado a la zona ignora que el Rey está en La Almudaina. Dos mujeres de Alicante se sientan un rato junto a una de las garitas, consultan mapas y deciden irse. Su idea era visitar la Catedral pero no han podido pasar. Hay alguien que, desde el primer momento, sí ha venido a ver «a los Reyes». Es un señor con una mascarilla con la bandera de Italia. Es el primero que habla (cuando se permite que la gente pase a la plaza pues el Rey saldrá) cuando una periodista de IB3 pregunta si alguien quiere decir algo. Es lo mismo que hace también un equipo de Antena 3.

Visitar la Catedral era también la intención de un grupo con guía. Allá, en la calle, explica que estamos ante la tercera catedral gótica más grande de España y pregunta cuántos siglos creen que tardó en construirse.

En general, quienes se han acercado para ver salir «a los Reyes» (la gente habla «de los Reyes», en plural), no tienen intención de lanzar ninguna consigna crítica. Más bien los contrario. No sólo el señor con la mascarilla italiana.

Las audiencias del Rey (a la que no pudo acudir el alcalde Hila, que decidió aislarse por haber estado en contacto con un positivo en coronavirus) abren la actividad oficial de la Familia Real en la Isla. Mañana es el despacho con el presidente del Gobierno. La agenda continuó ayer en Petra. No habrá este año recepción a la ‘sociedad balear’ pero se mantienen las concentraciones. Una a favor y otra en contra.

La deeste lunes –y de ahí el interés periodístico– es la primera actividad del Rey después de la salida de España de don Juan Carlos.

Baleares ya está acostumbrada a estos operativos de seguridad conjuntos.

Cada año se celebran estas audiencias. Entre los turistas hay algún policía secreta que no puede ocultar que lo es pese a su indumentaria a tono con el verano y que contrasta con la docena de personas con traje azul y corbata que se encargan de la seguridad.

Fotografías y selfies y saludos a las cámaras de la tele. Faltan cinco minutos para la una cuando todo acaba: una mano saluda y luego asoma el Rey sonriendo: 50 segundos. El rígido protocolo y el operativo de seguridad ayudó al ‘distanciamiento social’.