Camareros, ‘kellys’ y cocineros han sido los más golpeados por la falta de trabajo. | Archivo

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Los temporeros turísticos no encuentran trabajo y son miles los que se han quedado en la Península. Para ellos es aún invierno. El invierno laboral más largo que se conoce en Mallorca, desde octubre de 2019 hasta marzo de 2021, si todo va bien y el coronavirus no lo impide. Camareras de piso, conductores de transporte discrecional, cocineros, camareros... Un buen puñado de gremios padecen los efectos colaterales del virus.

«Nunca se había vivido algo así. Las cifras de desempleo son más altas que en crisis anteriores», señala Antoni Riera, director gerente de la Fundación Impulsa. A 19 de julio, la temporada turística ya ha arrancado y hay cerca de 70.000 personas en paro a los que se suman los 120.000 empleados que están afectados por los ERTE, tanto parciales como completos. Con semejantes mimbres, Mallorca ha dejado de ser la Isla en la que buscar trabajo en verano.

Cálculos

Tanto sindicatos, como Govern como el propio Antoni Riera indican que resulta complicado calcular cuántos trabajadores venidos de fuera se sumaban a la masa laboral insular para dar respuesta a la llegada de turistas. Según la estadística de ‘Movilidad en el mercado de trabajo en las fuentes tributarias’, en 2018 (últimos datos de los que se disponen) se trasladaron a las Islas 8.290 personas asalariadas por motivos de trabajo desde otras comunidades. Ahí están los trabajadores turísticos pero también funcionarios, por ejemplo.

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En los últimos años, el incremento de la categoría de los hoteles ha motivado que escasee la mano de obra cualificada. De hecho, en sectores como la náutica se recurre a extranjeros. En hostelería y hotelería, la llegada de trabajadores foráneos permite cubrir la demanda.

Sin embargo, esta temporada todo ha cambiado. Dado el goteo en la llegada de turistas, la contratación se va haciendo a poco a poco. En primer lugar, los acogidos al ERTE, los fijos discontinuos en orden de antigüedad y después, si hay suerte, será el turno de los eventuales, de los temporeros que esperan a incorporarse. «No puedes incorporar a los que no están de ERTE, no tiene puesto. Este colectivo vivirá una gran pérdida de ingresos», dice Riera.

Las kellys son uno de los colectivos más golpeados por esta temporada tan inusual. En Sevilla está esperando una llamada Ana María Vera. «Hace 32 años que voy a Mallorca a trabajar y luego me voy a mi tierra al acabar la temporada», dice esta camarera de pisos que trabaja en un hotel de Cala d’Or. «Me dicen que es un pueblo fantasma», añade. En su caso, es cierto que es fija discontinua, pero a día de hoy todavía no ha podido entrar a trabajar. «Tras 31 años echando la temporada en Mallorca va a ser mi primer año sabático», dice esta trabajadora. El director del hotel en el que trabaja le ha advertido que «la temporada será de tres meses, si llegamos».

El otro caso es el de Antonina Ricaurte, secretaria de la asociación Kellys, que agrupa a las camareras de piso en Mallorca. Con un hijo de 13 años y un marido que trabaja en el sector de la limpieza, Ricaurte ha visto como este año, siendo eventual, no ha sido convocada por el hotel en el que empezó a trabajar en 2019. «En enero me fui al paro tras acabar la temporada en este hotel y me dijeron que me volverían a llamar. Y entonces llegó la pandemia», dice esta kelly.

La situación en casa se ha tornado muy difícil. Con hipoteca y préstamos personales, ella carece de ingresos. Justo esta semana le ha llamado la trabajadora social «para recoger un bono de comida para el comedor Tardor». Advierte que «jamás, en los 21 años que llevo en Mallorca, había visto algo así». Para Ricaurte y miles eventuales, julio ya es pleno invierno laboral.