Desde este lunes, la mayoría de los transeúntes lleva la mascarilla puesta en la calle. | M. À. Cañellas

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«El otro día vino un usuario pidiendo un certificado para su mujer porque le agobiaba mucho llevar la mascarilla, le molestaba para respirar». Es el testimonio del doctor Kostan Doganis, médico de familia del centro de salud de Camp Redó, pero podría ser de cualquier otro porque en Atención Primaria están recibiendo una avalancha de solicitudes de pacientes que quieren un certificado que les exima del uso obligatorio de mascarilla. Sin embargo, «los que no están en condiciones de exponerse sin la mascarilla tampoco deben estar en la calle, ni de botellón, ni deben entrar en una tienda», añade José Manuel Valverde, facultativo del centro Es Pont d’Inca.

Aseguran que si ya habían recibido antes consultas de este tipo, desde que el lunes entrara en vigor la resolución de Salut que decretaba la obligación de ponerse la mascarilla en la vía pública a pesar de mantener la distancia de seguridad, las peticiones se han multiplicado. «Es gente que quiere eximirse de llevar mascarillas sin patología de base justificada, alegando ansiedad, que se le reseca la garganta o mil motivos que no tienen nada que ver con una patología pulmonar importante, una disminución de flujo aéreo considerable o una patología mental como es la parálisis cerebral o el autismo…», explica Valverde.

Atendiendo a las quejas de los profesionales, el IB-Salut, en contacto con algunos especialistas de neumología, profesionales Atención Primaria y de salud mental, ultima un protocolo basado en la evidencia científica para valorar en qué casos resultaría más beneficioso que perjudicial el hecho de eximir al paciente de llevar la mascarilla.

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Fuentes del Servei destacan que «hay que ser prudentes y no banalizar al respecto» y recuerdan que «en muy pocos casos se ha demostrado que la mascarilla sea perjudicial».

El doctor Valverde hace una llamada a la coherencia de los ciudadanos. «El problema es que todo el mundo cree que tiene muchos derechos pero ninguna obligación», dice, y recuerda que «cuando me pongo la mascarilla protejo la salud del que está a mi lado. Protegemos al otro».

«A mí también me molesta llevarla pero no me hago un certificado porque es la normativa y nos tenemos que adaptar todos», añade el doctor Kostan Doganis, de Camp Redó. Este médico insiste además en la necesidad de hacer un buen uso. «Los hay que se ponen la misma mascarilla hasta que se les rompe cuando se recomienda para cuatro horas. Montábamos un escándalo con las mascarillas fake de China y ahora ¿cuánta gente coge una tela bonita y se hace una para llevarla siempre?». En cualquier caso, dice, «lo que no pueden hacer los pacientes es utilizarnos para saltarse una norma», y destaca que en algunos casos se ha habido altercados por este tema.

«Me lo pidió una chica con un caso leve de asma y siendo camarera, una persona que atiende al público, le dije que de ninguna manera», explica Isabel Orlandis, médico del centre de salud de Andratx, que también ha tenido casos de embarazadas. «A veces nos increpan, se nos ponen chulos, pero los toreas y ya».