Diego Fuentes y su esposa Sedith Ahuanari a su llegada este domingo al aeropuerto de Palma. | Teresa Ayuga

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Diego Fuentes Gutiérrez y Sedith Ahuanari Canayo recordarán siempre su último viaje a Perú. Su estancia en Nauta, una localidad de unos 20.000 habitantes y que se encuentra en plena selva amazónica, coincidió con la eclosión de la pandemia mundial.

Atrapados en este enclave de la provincia de Loreto, este policía local de Alcúdia y su mujer han vivido un auténtico calvario. Este domingo lograron volver a casa, casi cuatro meses después de lo previsto.

Aprovechando que estaba de vacaciones, Sedith llegó a Nauta para ver a sus familia, en enero, casi un mes antes que su marido, que tuvo que posponer su salida a febrero por cuestiones burocráticas. La intención era regresar a Mallorca el 27 de marzo, aunque unos días antes (el 15) el gobierno de Perú declaró el estado de emergencia nacional y aislamiento social obligatorio.

Diego y Sedith no tuvieron más remedio permanecer allí, en plena selva, prácticamente aislados del resto del mundo, excepto del coronavirus, que comenzó a causar estragos.

Con tan solo un médico y una desinformación absoluta (apenas hay 50 televisores en toda la ciudad), el virus se cebó con la gente de Nauta, donde el nivel de mortalidad fue muy elevado. De hecho, la COVID-19 se llevó a un hermano de su esposa.

«Mi mujer, a principios de mayo, comenzó a sentirse mal, con todos los síntomas del virus, por lo que fue aislada. Le realizaron test rápidos, unos cinco, que dieron positivo en la tercera fase. En cambio mis resultados fueron negativos, igual que para mi suegro.

Por su estado, ella tuvo que ser aislada en un hospital de campaña durante siete días. Luego regresó a casa con medicamento. Mientras tanto, a pasar de que los cinco test que me hicieron habían dado negativo, yo empecé a notar insuficiencia respiratoria, lo que no me había ocurrido nunca, porque soy deportista. Así que tuve que tomar precauciones», relata Diego Fuentes.

Antes de poder regresar a Mallorca, ambos pasaron por tres cuarentenas, dos de ellas consecutivas en un hotel y sin poder salir durante dos semanas de la habitación.

Por todo ello, su estancia en la selva amazónica no ha sido fácil, como tampoco lo ha sido el regreso. La embajada española en Perú «no ha hecho nada», asegura Diego, que sin embargo agradece de corazón los esfuerzos que han realizado «todos los compañeros del cuerpo, en especial Sebastià, y la regidora del Ajuntament d’Alcúdia Carmen Garcia».