Ángel Cortés, en el centro junto a Aydée y Felipe, se pudo venir antes de Colombia, ya que tuvo suerte pues, junto con su novia, encontró plaza en un avión que volaba a España. | Click

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Llegaron ¡por fin! Felipe Crespí Gui y su novia, Aydée, tras tres meses de confinamiento por coronavirus en Colombia, concretamente en la ciudad de Cartago del Valle.

Bastante más suerte tuvieron el empresario Ángel Cortés y su novia, Natalia, hija de Aydée, que pudieron meterse en un avión que regresaba a España a mediados de abril. A la pareja de recién llegados los citamos el sábado en El Bula, sumándose al encuentro Ángel Cortés.

El avión que no llegaba...

Felipe nos contó que desde mediados de junio han estado pendientes siempre de su móvil por si se producía, o bien la llamada de la Embajada, o bien la llegada del email de esta notificándoles día y hora del ansiado regreso.

«Ansiado, no por lo mal que nos encontráramos allí –afirma–, sino porque ambos trabajamos en Palma, donde tenemos familia que, además, estaba pasando el confinamiento… Porque como digo, allí estábamos en casa de mi suegra, donde no nos faltaba de nada. Pero ves que van pasando los días y que ese avión que te ha de llevar de regreso a tu país no llega… Pues que te entra el bajón», afirma.

«Que otros –continúa–, los que, por ejemplo, fueron de viaje por una o dos semanas, y que al cerrarse los aeropuertos no pudieron salir, y encima como se cerraron los hoteles donde estaban, se tuvieron que buscar la vida como pudieron, y además, como a poco se quedaron sin dinero, ya que habían llevado lo justo para gastos durante el viaje, pues ya ni te cuento. A algunos de los que lo están pasando mal, a través de Whatsapp que creamos, les hemos tenido que ayudar, porque sin hotel y cada vez con menos dinero, incluso algunos sin dinero, ya me contarán... Muchos lo han pasado muy mal. Y todavía no han regresado todos».

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Según nos comentan, «y sobre todo al principio del viaje, los españoles, italianos y chinos notábamos cierto rechazo por parte de los colombianos, más que nada por lo mucho que se había extendido el virus en los tres países. Vamos, que como referente, éramos el peor… Pero eso lo fuimos superando. En cuanto a nuestro modo de vida allí, pues cada vez que salíamos a la calle lo hacíamos con mascarilla, porque sin ella no te dejaban. Y salvo los supermercados, todo estaba cerrado. Bueno, había vendedores ambulantes, incluso de comida, que no estaba controlados… Por tanto, en la calle tenías pocas cosas que hacer», asegura.

«Además –sigue su relato–, no podías salir cada día, sino, de acuerdo al último número de tu DNI, salías o los días pares o impares. De controlar las salidas se encargaba la policía».

El día sin IVA

A diferencia de España, cuentan que la oposición dejó en manos del Gobierno el manejo de la pandemia, confinamiento y desescalada. «Queremos decir que allí no se producían disputas entre unos y otros, como nos han contado que ha ocurrido aquí. Por otra parte –dice Felipe–, el Gobierno lo tenía claro a la hora de advertir a los ciudadanos en general que la responsabilidad de no infectarse era de ellos, porque –advertían– si te infectas, el problema es tuyo, ya que en los hospitales no tendrás camas, ni UCI, ni respiradores… Por lo demás, todo iba bien, la gente respondía a la llamada del Gobierno y, salvo en Bogotá y Barranquilla, las más infectadas y con más fallecidos, no había muchos casos… Hasta hace pocos días, que se han disparado en casi todo el país. ¿Causas? Podría ser que hace dos semanas, con motivo del Día del Padre, y a fin de revitalizar un poco la economía, se celebró el Día sin IVA, por lo que los comercios abrieron y todo el mundo se lanzó a la calle, a comprar. Imagino que el contacto de tanta gente en todo el país por ese Día sin IVA ha tenido que influir».

Ningún control anti COVID-19

Un buen día llegó el correo electrónico de la Embajada española dándoles una fecha de regreso. «Nos pusimos en marcha enseguida. Eso sí, no nos sirvió el vuelo de regreso, por lo que tuvimos que comprar otro (unos 700 euros), también tuvieron que abonar el bus que les llevó a Bogotá, bus fletado por la Embajada a fin de que no tuviéramos parones durante las 12 horas que duró el recorrido. Una vez en el aeropuerto, siempre con la mascarilla puesta, estuvimos esperando la salida del avión manteniendo las distancias, pero una vez dentro, no. Tras pasar el control de temperaturas, ocupamos todos los asientos, eso sí, con mascarilla. Nos dieron una hoja, que tuvimos que rellenar, señalando que no teníamos ni fiebre, ni tos… Vamos, que estábamos bien, hoja que entregamos en Madrid una vez que volvimos a pasar el control de temperatura», cuenta.

«Y antes de embarcar hacia Palma –sigue– nos dieron otra hoja parecida, esta vez del Govern. Pasamos un nuevo control de temperaturas, embarcamos, en el avión nos sentamos uno al lado del otro y en Palma pasamos otro control de temperatura y entregamos la hoja. Al día siguiente, nos hicimos, a modo particular, un test, que dio negativo, tres días después, nos lo hizo nuestras respectivas empresas, y también dio negativo. Lo que nos da que pensar es que si a los turistas que llegan les hacen los controles que a nosotros en los aeropuertos, sabiendo que con un Gelocatil que te tomes a punto de aterrizar, en el caso de que tengas fiebre te la baja, y que en el hotel, o allá adónde vayan no les harán ningún test, ni se pondrán en cuarentena…»