Tras un largo parón, los artesanos montaron este sábado sus puestos. | Pere Bergas

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Un extraño silencio se apoderaba este sábado de la Plaça Major de Palma: multitud de barreras estaban echadas y las terrazas se encontraban vacías. En la Plaça del Marquès del Palmer no había rastro de estatutas vivientes o músicos callejeros. Ahora bien, tras las mascarillas, rostros y voces con mucho que contar.

Durante la jornada del sábado algunos artesanos decidieron salir a probar suerte. A las 9 de la mañana, Zheng montaba su pequeña parada de bisutería: «En seis meses no he vendido nada, cero, es una situación muy difícil», aseguró el miniaturista. A las 12 del mediodía no había logrado vender una sola pieza.

La Plaça Major solía acoger un pequeño mercado artesanal. Este sábado nos encontramos con una única parada. Marion Kell y Carmelo Llorente llevan 21 años en la plaza. Este año decidieron no trabajar el mercado navideño para centrarse en la temporada estival: «Fue una mala decisión, pero todo esto era inimaginable. Aun así, mantenemos un actitud positiva: tenemos ganas y necesidad de trabajar», explica Marion. Los artesanos han mantenido una reunión con el Ajuntament, que les asignó nuevas ubicaciones. Julio será una prueba. Por su parte, los retratistas, expertos en la fisionomía, aseguran no percibir grandes cambios en las facciones de los transeúntes: «No creo que existan cambios radicales, la gente está desesperada por volver a su antigua normalidad», comentó uno de los veteranos de la plaza, que se hace conocer como Picasso.

Palma, Local, Crónica Plaça Major
Las galerías de la plaza se mantienen en la penumbra, abandonadas.

En uno de los rincones se encuentra un grupo de ‘manteros’, con los brazos cargados de decenas de bolsos. «Estos tres últimos meses hemos recibido ayuda de Cáritas y entidades públicas», explica Bati, un senegalés de 34 años que lleva una década en la Isla dedicándose a la venta ambulante. Bati aceptó ser fotografiado, pero sin el género. «Hoy hemos salido para ver cómo está el ambiente». La plaza parece absorber el silencio del subsuelo. Las históricas galerías han quedado reducidas a una entrada al aparcamiento. En la penumbra, percibimos la luz de un poste de barbero. La peluquería de Vladimir Pérez es el único negocio que continúa activo en los subterráneos: «Trabajo con cita previa. Aquí no pasa ni Dios, es como entrar en la ultratumba. No comprendo el abandono de un lugar como este», lamenta. De nuevo en la superficie, Jean Paul y Jose Maria juegan a fútbol. «Al chaval le harán una prueba en el Atllètic Baleares. Es muy buen jugador, entrenamos para que no pierda su talento». Pese a todo, muchos encaran el futuro con esperanza.