Las religiosas celebran el centenario de la Orden de las Salesas en Palma. | Pilar Pellicer

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Entre el hipódromo y las piscinas de Son Hugo, cercado por autopistas y carreteras, hay un reducto de tranquilidad en el que viven las diez monjas del convento de las salesas, que este viernes celebrará una misa para dar cuenta de su centenario en Palma. La eucaristía será oficiada por el obispo, Sebastià Taltavull, a las 19.00 horas.

Los nervios estaban a flor de piel durante estos días de preparativos para arrancar el Año Jubilar, la celebración por la llegada de la orden de las salesas a Mallorca el 19 de febrero de 1921. Han sido días de barrer, limpiar y acomodar el convento a las nuevas medidas contra el coronavirus. Porque aquí también se han visto trastocadas por la pandemia, que por suerte no traspasó sus paredes.

La madre superiora, sor María Alegría, que es leonesa, toca la campana del monasterio de la Visitación de Santa María, donde viven desde 1959. La mayor de todas es la jienense sor María Serafina. Le acompañan sor María Victoria, de Carballedo (Lugo), y María del Carmen: «Soy de La Vileta», dice la única mallorquina del monasterio.

Multicultural

También están presentes las religiosas procedentes de Ruanda: sor María Inmaculada, sor María Providencia, sor María Gabriela, sor María Lucía y sor Margarita María. En 2014 se sumó sor María Gracia, natural de Nairobi (Kenia). Hacía 34 años que no se producía un ingreso en la comunidad.

En esta mezcolanza de identidades se mueven estas religiosas de clausura, que presumen de las frondosas macetas de su claustro, «aunque en verano se nos seca todo», se lamentan.

En 1921, la Orden de la Visitación de Santa María se estableció en Palma, «en casas particulares de la Avinguda Argentina», recuerda sor María Alegría. A medida que fue creciendo la orden, en 1959 se trasladaron al actual monasterio.

La incorporación de sor María Gracia, que en la actualidad tiene 45 años, fue un momento histórico para las salesas. «No tenemos vocaciones en Mallorca. Está la cosa difícil pero no perdemos la esperanza», dice María del Carmen Salleras, la única que no añade el sor a su nombre.

La estrecha relación de esta congregación con África se percibe incluso en sus menús diarios. Sor María Lucía no duda en sacar recetas ruandeasas para sus compañeras, que confiesan entusiasmadas que «ayer nos hizo una sopa de cacahuete y calabacín que estaba buenísima». Sor María Lucía también se encarga del huerto y se enorgullece de sus plantas de maracuyá, las berenjenas de Ruanda, uvas y habas.

«Antes cosíamos cortinas y bordábamos a mano. Tricotábamos a máquina y hacíamos encargos, pero ya tenemos una edad y las tiendas han cerrado», dice la madre superiora, que recuerda que el convento en un principio estaba rodeado de campos. «Todo ha cambiado tanto...», suspira. «Sácanos guapas», dicen las monjas a la fotógrafa. Tras el clic, acuden raudas a contemplar el resultado en la pantalla de la cámara para dar su visto bueno. Acabada la sesión de fotos, las religiosas vuelven a sus preparativos. Este viernes empieza la celebración.

Una orden de origen francés que llegó a la Isla desde Orihuela

La Orden de la Visitación de Santa María (salesas) fue fundada en Annecy (Francia) en 1610 por San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca de Chantal. Llegó a España en 1749 de la mano de los reyes Fernando VI y Bárbarea de Braganza, que fundaron en Madrid. De Orihuela (Alicante) salieron las fundadoras rumbo a Palma para establecer aquí un monasterio de la orden religiosa.

Tres de esas fundadoras eran mallorquinas y corría el año 1921. Su primera sede en Palma estaba en la Avinguda Argentina y en un momento dado llegaron a ser 33 religiosas, la mayoría mallorquinas, a las que se sumaron monjas procedentes de México.