Restos de ánforas en uno de los 16 pecios localizados. | IBEAM

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El mar balear esconde bajo su superficie más secretos de los que parece a simple vista. El Archipiélago, gracias a su situación geoestratégica, en el epicentro de las tradicionales rutas comerciales más importantes del Mediterráneo, ha sido punto de escala para el transporte marítimo desde la época clásica hasta la actualidad.

Traten de imaginar, hace 2.000 años, una embarcación comercial a vela, con pocos tripulantes y cargada de ánforas repletas de aceite y especias, sometida a los vaivenes repentinos de la climatología y a la peligrosidad para la navegación en determinadas zonas del Mar Balear, como el canal de Menorca o Es Freus, el estrecho existente entre Ibiza y Formentera. El desastre estaba servido si la diosa Fortuna no acompañaba ese día a la embarcación. Su historia y su mercancía quedaban olvidadas bajo las aguas hasta que alguien las localizara, siglos después.

Años de parálisis

Solo con una mínima parte de nuestras aguas prospectadas, los expertos en Patrimonio no dudan en asegurar que «Baleares es la zona del Mediterráneo occidental con mayor concentración de restos arqueológico sumergidos». Por eso, resulta cuanto menos extraño que seamos la única comunidad de todo el Mare Nostrum español que no tenga ‘en orden’ su Carta Arqueológica Subacuática. «La falta de apoyo institucional ha hecho imposible consolidar grupos de investigación submarina similares a los de Catalunya, Valencia o Andalucía – critica Sebastià Munar, presidente del Instituto Balear de Estudios en Arqueología Marítima (IBEAM) –. Lo que también ha limitado la eficacia de la lucha contra el expolio», lamenta el arqueólogo submarino, que acaba de poner punto y final a la campaña de investigación subacuática, prevista para este año en Pollença.

Si a esto le sumas que las competencias en materia de Patrimonio están transferidas a los diferentes consells insulars, resulta imposible organizar una estrategia común. Así, cada Isla hace los deberes a su manera en esta materia: Menorca es la alumna aventajada, con un grupo de trabajo continuado en el tiempo, pero con un único arqueólogo en el equipo. Mientras que Ibiza ha realizado hasta ahora tareas puntuales, especialmente en las zonas de Santa Eulalia y Sant Antoni, y ha puesto en marcha un plan de prospecciones más serio, y con voluntad continuista.

Mallorca, por su parte, inició su Carta Arqueológica Subacuática en los 90, capitaneada por el arqueólogo recientemente fallecido Joan Manuel Pons, pero el proyecto se paralizó durante 15 años por la desidia institucional, hasta la pasada legislatura, en la que los responsables del IBEAM retomaron los trabajos de investigación, apoyados por equipos de la Armada, Ports de Balears y el Grupo de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil (GEAS), a bordo de buque auxiliar Las Palmas.

Los resultados de esta campaña no se conocerán hasta dentro de unas semanas, pero han sido «altamente productivos», adelanta Sebastià Munar, responsable de las labores de investigación, ya que se han estudiado zonas como Es Barcarès y Aucanada, en los que siempre se ha sospechado que podrían hallarse vestigios de fondeaderos asociados al antiguo Portus Minor de la ciudad romana de Pollentia.

El calendario de trabajo para dar forma a la Carta Arqueológica Subacuática de nuestra Isla se extenderá, como mínimo, a lo largo de los próximos diez años, en un proyecto pensado a medio/largo plazo. Tras prospectarse las bahías de Alcúdia y Pollença, la próxima campaña les llevará a trabajar en la zona de Llevant, para continuar en el Mig jorn hasta Cap Blanc, proseguir la tarea en la bahía de Palma, Calvià y Andratx hasta Dragonera y luego la Serra de Tramuntana, nunca estudiada, con mucha profundidad y traicionera para la navegación. Imagínense los restos que pueden descubrirse todavía bajo sus aguas.

«Queda todo el trabajo por hacer. Nunca se ha realizado un estudio global de las aguas de Mallorca, sólo actuaciones puntuales. Se han prospectado zonas específicas, donde se tenía constancia, gracias a pescadores y submarinistas aficionados, de que allí existían restos. Así se descubrió el pecio de Cala Sant Vicenç o el del Sec, en Calvià», recuerda el arqueólogo submarino Sebastià Munar. Misma labor, por cierto, tiene encomendada esta entidad en Formentera, en un proyecto iniciado en 2015 y que finalizará, previsiblemente, el próximo año.

«El trabajo duro arranca ahora: localizar el patrimonio arqueológico subacuático de Mallorca es la primera parte; luego hay que situar la posición geográfica a través de coordenadas GPS; analizar las características generales de los yacimientos; documentar los restos con un registro fotográfico exhaustivo; valorar el estado de conservación de los yacimientos, así como proponer una serie de actuaciones para proteger, conservar, investigar y difundir el patrimonio», enumera el presidente del IBEAM, al tiempo que recuerda que «esta carta es un documento de gestión vivo y en constante revisión. El trabajo no se acaba nunca. Por eso, instamos a la creación de un centro de investigaciones subacuáticas, similar al que tienen el resto de comunidades del Mediterráneo español, que se encargue de la conservación de los pecios, la difusión del patrimonio y la formación de profesionales», reivindica Munar.

Responsables de la Carta Arqueológica. De izq. a dcha., Nicolás de Montis, Javier Rodríguez, Andrea Sanz, Jaime Ros, Enrique Aragón y Sebastià Munar.

Patrimonio invisible

El patrimonio subacuático, mientras, sigue siendo el pariente pobre de esta rama de la arqueología. Los expertos calculan, que al igual que ha sucedido en Catalunya, el 90 por ciento de los yacimientos marinos han sido dañados por la pesca de arrastre, afectando gravemente muchos restos, como ya se ha podido constatar in situ en Mallorca; sin olvidar las obras portuarias, que destruyeron muchos restos, aunque en los últimos 10 ó 20 años esta tónica ha cambiado, apostando por la conservación. Y, por supuesto, el problema del expolio por parte de buceadores, que saquean los yacimientos y luego venden en el mercado negro. «El Mar Balear es el museo más grande de Mallorca. Pero mientras no se inventaríe seguirá siendo un patrimonio invisible y, por lo tanto, no hará falta protegerlo», lamenta el experto.