El sector nupcial se ha visto golpeado por el coronavirus. | Freepik

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Uno de los elementos principales de toda boda que se precie es el vestido de la novia, que supone una importante partida de la boda y requiere meses de preparativos. En la tienda de Palma de Pronovias la actividad es frenética. «Hemos llamado a casi 300 novias que tenían que celebrar su boda de marzo al mes de julio», cuentan desde esta firma nupcial. La gran mayoría han pospuesto su enlace para 2021, unas pocas lo dejan para este septiembre y una o dos anulan la boda».

En la tienda se están dedicando a avisar a las novias para guardar sus vestidos para la nueva fecha. Eso sí, aún quedan las novias de agosto, en duda muchas de ellas, aunque las que cuenta con enlaces más pequeños siguen hacia adelante: «Tienen 20 o 30 invitados y pueden reunirse. Pero la mayoría de las novias quieren abrazar a sus familias. No pueden celebrarlo con distanciamiento social, y prefieren retrasar el enlace para estar más tranquilas», señalan en esta firma.

La tienda ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos: vestidos desinfectados con productos especiales, EPIs para todos, aforo reducido al 30 por ciento, pasando de siete probadores a solo cuatro. Y claro está, las visitas para las pruebas se reducen a la mínima expresión: la novia y otra persona, que suele ser su madre.

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Austeridad

La diseñadora Tania Presa, vaticina un atracón de bodas en 2021, después de que este 2020 se haya quedado desierto. «Ya se están cosiendo los vestidos del año que viene», dice la creadora, que ha visto como sus novias de este año retrasaban los enlaces en busca de mejores condiciones. «Las invitadas están igual. Creo que todas las bodas se van a solapar. Aunque las novias de marzo y abril no lo llevaban bien, las novias de verano ya lo tienen asumido», dice Presa.

La diseñadora advierte que las bodas de 2021 «serán más austeras y el sector textil tardará un año en remontar».