Vista del Passeig Marítim de Palma, que ha sido cortado al tráfico durante el fin de semana para facilitar el paseo y el ejercicio. | M. À. Cañellas

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Si algo puso de manifiesto la decisión del Ajuntament de Palma de cerrar al tráfico catorce kilómetros de vía pública para que los confinados pudieran hacer sus paseos o practicar ejercicio disfrutando de más espacio, es que los palmesanos, puestos a elegir, se decantan por el Passeig Marítim. Este fue el punto de la ciudad que congregó a más viandantes y deportistas, y con diferencia. Las Avingudes y Pare Bartomeu Pou también, pero sobre todo el Marítim. De lo que se deduce que el temor de las instituciones a restar carriles a los coches en primera línea –pese a que estamos en una situación excepcional– no está tan fundamentado como parece. O que muchos aplaudirían que el Marítimo sea, de una vez por todas, un paseo.

Este sábado fue el primer día de las restricciones de tráfico, que concluirán a las 23.00 horas de esta noche y que volverán a repetirse los próximos fines de semana. Se dejó sin tráfico toda la primera línea (desde el Dique del Oeste a s’Arenal), varias calles aisladas del centro (un tramo de Avingudes, Nuredduna, Pare Bartomeu Pou y Niceto Alcalá Zamora) y un diversas vías del entorno de Son Rapinya y sa Vileta.

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Corriendo, en bicicleta, con patinetes o solo para caminar, cientos de palmesanos tomaron la calzada del Marítim desde las seis de la mañana. Aun así, también eran muchos los que andaban por la acerca, como Concepción Gómez y Lucía Colino, dos vecinas de Pere Garau que, pese a vivir más cerca de la Nuredduna, prefirieron pasear junto al mar.

Ignorábamos esta medida, pero nos parece fantástico que se haya dejado el Marítimo sin tráfico porque es un lugar maravilloso para tomar el aire». Hacia las diez, coincidiendo el final de la franja para que los adultos paseen o hagan ejercicio, comenzó a llover levemente. Frente al Palau de Congressos, la policía vigilaba para que nadie se metiera en la calzada cerrada. «Solo abrimos para dar paso al autobús de línea», indicó un agente. A partir de las ocho de la tarde, la afluencia fue incluso mayor.

El panorama era muy distinto en Nuredduna, por la mañana: la calle estaba medio vacía y los escasos transeúntes circulaban por la acera. «Toda la mañana ha sido muy tranquila, pero sí que han venido algunos deportistas a primera hora», señaló Roberta Furlong, que daba guantes a los clientes en el portal de un súper. En la papelería Passatemps, su propietario, Xisco Fiol, hablaba con Miquel Julià, un cliente. «Ha pasado poca gente», dijo el primero. «Y aún va a pasar menos, porque ahora no se pude venir con el coche. Este Gobierno solo sabe molestar a la gente», añadió el segundo.