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Estoy harto de ver comparaciones absurdas con datos del coronavirus. Poner la mortalidad de España al lado de la de Estados Unidos o de Finlandia es un disparate que los medios de comunicación nos ofrecen a diario, como si eso revelara algo. Estados Unidos es tan grande como toda Europa y Finlandia tiene menos habitantes que Madrid, por ejemplo. En esta misma línea, es una engañifa que nos hablen de contagiados. Para no tener contagiados, basta con no hacer análisis o hacerlos sólo en situaciones límite. La pura verdad es que nadie tiene ni idea de cuántos contagiados hay.

Para colmo de confusión, cada país aplica criterios diferentes para decidir si un muerto se le atribuye o no al coronavirus. Los hay que hablan de muertos ‘por’ coronavirus, otros ‘con’ coronavirus, otros atribuyen a la pandemia todo fallecimiento por encima de la media de decesos del año pasado, más allá de la certificación de la causa. Por lo tanto, este galimatías hace que el análisis sea imposible y convierte las comparaciones en herramientas inservibles.

Por eso, he cogido un grupo seleccionado de países y he calculado cuántos muertos atribuyen por millón de habitantes al coronavirus, para poder tener una idea razonablemente creíble del impacto de la pandemia. Aún así subsistirán puntos de comparación dudosa, pero creo que es un avance.

El resultado es que, tras Bélgica (694), España es el país con más muertos del mundo por millón de habitantes, con 574 decesos. Le siguen Italia, Reino Unido y Francia, todos con más 400 decesos por millón. Ningún otro país del mundo tiene estos ratios. Ni se acercan. Observen que estos cinco países han llevado a cabo cuarentenas realmente duras y durante periodos de tiempo muy prolongados. El caso italiano exige añadir un matiz: la enorme mayoría de las víctimas procede de Lombardía, la región más rica del país, con lo que probablemente en el norte la ratio sería aún más alta.

Por contra, Suecia (295 por millón), pese a que prácticamente no tomó medidas de contención del virus, va por detrás. Y Rumanía (46) o Bulgaria (14), cuyos sistemas sanitarios no son precisamente famosos por su calidad, están todavía mejor en términos de mortalidad. ¿Alguien puede encontrar un patrón de comportamiento del virus?

Que alguien me diga cómo se explican con 480 muertos de la Extremadura española en comparación con el único fallecimiento del Alentejo portugués, cuando es evidente que las diferencias entre las dos regiones vecinas, de existir, son a favor de España.

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He oído aducir que cuando el clima es más benigno, la incidencia es menor. Pues bien, Ecuador (101) ha vivido una carnicería en Guayaquil, su segunda ciudad (región del Guayas), que está en una zona de calor intenso, mientras en Quito (región de Pichincha), que se ubica en las alturas y es mucho más fría, tiene una incidencia menor. Argentina (6 por millón) o Chile (15) distan un mundo de España o de Italia y, me pueden creer, no tienen una sanidad mejor que la nuestra.

Quienes quieren sacar provecho político acusarán a Sánchez de no haber adoptado medidas cautelares con tiempo. Es verdad que eso puede explicar que Corea del Sur (5) o Alemania (89) tengan mortalidades muy moderadas, pero les aseguro que las medidas adoptadas en la India (1,4) o en Perú (51) han sido infinitamente más tardías, caóticas y hasta contraproducentes que las españolas y, sin embargo, el virus se ha resistido a pasarles factura.

Para confundirnos más aún: Alemania (89) es un país bien organizado, en el que las cosas funcionan correctamente, pero ¿cómo explicamos el relativo desastre de Suiza (235), país sistemático como ninguno? Comparen Suiza con la mortalidad casi nula de Egipto (5). O con Polonia (22), donde no hace calor precisamente. ¿Por qué el virus perdona a los países pobres? No porque nos alegremos deja de ser un misterio.

En relación con la letalidad, quería llamar la atención sobre un estudio que acaba de hacer el profesor Hendrik Streeck, de la universidad de Bonn: en el distrito de Heinsberg, al oeste de Alemania, se determinó que la letalidad del virus es de apenas un 0,37 por ciento, ligeramente por encima de la gripe común.

Ya ven, sólo planteo preguntas para las que no tengo respuestas y, peor, para las que no encuentro que nadie las tenga. Por Dios, no me respondan con fantasías conspirativas que ya tengo bastante confusión como para oír bobadas.

Para mí, aún tenemos muchos que aprender de este virus para poder combatirlo eficazmente.