La doctora Rialp es la responsable de la Unidad de Cuidados Intensivos. | M. À. Cañellas

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Gemma Rialp es la máxima responsable de Medicina Intensiva de Son Llàtzer que durante la fase aguda de la pandemia de la COVID-19 ha llegado a superar el 70 % de su ocupación, siendo una de las más saturadas de los hospitales de Balears. La semana pasada empezaron a recuperar la actividad no vinculada al coronavirus en su principal UCI.

¿Al fin?

—Hemos visto como han ido bajando los enfermos en UCI poco a poco y cuando hemos podido tener el número adecuado de pacientes con COVID-19 y nos cabían en otra unidad adaptada, decidimos liberar la principal. De todas formas las ocho camas aisladas se podrán reconvertir.

¿Cómo vivieron la fase aguda de la pandemia?

—El 2 de marzo llegó el primer paciente positivo y el 13 tuvimos el primer ingreso en UCI. Nos anticipamos y hubo un muy buen trabajo de planificación teniendo en cuenta la estructura arquitectónica que tenemos. Se hizo una redistribución de enfermos inicial y se separaron los circuitos para los pacientes.

¿Tuvieron la sensación de que todo cambiaba de un momento al otro?

—A nosotros nos llegó de sopetón. Tuvimos cinco ingresos de golpe el mismo fin de semana que se decretó el estado de alarma y nadie se lo esperaba porque teníamos que estar más abajo en la curva. Tuvimos que activar todo lo previsto. Estuvimos hasta las nueve de la noche todos aquí arremangados, trabajando a tope con enfermería para dar cabida a todos los enfermos que lo necesitaban.

¿Conocían la enfermedad antes de tenerla cerca en Son Llàtzer?

—A base de verla la hemos entendido mejor pero todavía no tiene ni un antiviral específico, que sería lo suyo. Nuestra vivencia empezó observando a China, sin saber si llegaría. Nos curamos en salud e hicimos previsiones de personal. Llegó a Italia, después a Madrid. Yo creo que aquí hemos podido hacer más previsiones si lo comparas con lo que te cuentan compañeros de fuera. Ha habido defunciones, como era de esperar, pero al ser una isla todo llega más tarde respecto a la zona peninsular. Con la gripe, por ejemplo, hay una demora de unas dos semanas y ha pasado lo mismo. Nuestro primer paciente fue el 13 de marzo cuando en Madrid ya había sobrecarga y los hospitales estaban colapsados. Confinar al inicio, sin duda, ha sido importantísimo para frenar los contagios.

Sin embargo, Son Llàtzer llegó a tener una ocupación de más del 70 % de su UCI.

—Nuestra subida fue muy grande al principio y las primeras semanas tuvimos que derivar a pacientes sobre todo para poder hacer el cambio estructural correctamente. En total, a día de hoy que esto puede variar, hemos tenido a 36 pacientes COVID dentro de la UCI y simultáneamente a 25.

¿La mayoría de pacientes críticos se recuperaban?

—Hasta que no tengamos la última alta no podremos dar la cifra de mortalidad, actualmente es del 27 % pero puede variar.

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¿Cuál es el tiempo medio que pasa un paciente en una UCI?

—Un paciente normal estaría seis días de media, para los COVID se han descrito periodos medios de 14 a 21 días.

¿Los casos graves son todos parecidos?

—La COVID tiene una afectación inflamatoria muy potente a nivel pulmonar que hace que en algunos casos dependan de las máquinas de respirar, sin moverse, sedados, para que el pulmón esté en reposo. Cuando los enfermos llegan a la UCI la mayoría han desarrollado esta inflamación. Hemos tenido enfermos muy graves.

Dicen que afecta de forma más grave a personas mayores.

—Hemos tenido de todas las edades, aunque es verdad que los mayores salen peor parados.

Aquí se han visto fotografías de personal usando material no homologado, ¿se ha utilizado?

—En la UCI nunca. Hubo problemas de abastecimiento al inicio en todos los hospitales de todo el país pero en Son Llàtzer hemos seguido la normativa ministerial en todo momento y los más vulnerables a la infección nunca han tenido desabastecimiento de material pero sí hubo restricciones porque te podías quedar sin para el día siguiente.

¿Tuvieron que reforzar la plantilla de UCI?

—Claro. Al suspender cirugía nos ha ayudado el servicio de anestesiología y ha aumentado el personal de enfermería, sino no hubiéramos podido.

¿Qué ha supuesto para los trabajadores de UCI?

—Han sido tiempos muy duros porque los enfermos estaban muy críticos y de forma simultánea. Hemos tenido días de pasarlo muy mal, por lo que nos íbamos encontrando, por los ingresos que fueron un no parar... Ha sido duro de llevar.

¿Ayudan los aplausos de la gente?

—Es emocionante ver el reconocimiento a los sanitarios, todavía ahora, porque estamos haciendo un trabajo en el que hemos puesto mucho de nuestra parte, de forma altruista, por los enfermos.