Un cliente habla con un policía. | Pere Bota

TW
4

Uno de los atractivos del mediterráneo son sus mercados. No solo por sus coloridas paradetes o porque algunos mantengan la venta de animales vivos, sino también por su vitalidad y bullicio. Este es el carácter de Pere Garau, una singularidad que, sin embargo, es difícil de compatibilizar con las medidas para evitar la propagación de la pandemia.

La alarma saltó cuando se viralizó un vídeo que mostraba la pescadería con mucha gente sin mantener la distancia de seguridad. Cort no tardó en reaccionar y este sábado mismo ordenó instalar vallas para controlar los accesos al edificio y envió a inspectores y policía a poner orden. Se dispusieron vallas en una entrada al mercado cubierto (donde las carnicerías y otros negocios de comestibles) y en la pescadería. Estos accesos estaban controlados por vigilantes de seguridad, que dejaban entrar a los compradores a medida que otros salían. El objetivo: evitar aglomeraciones; el inconveniente: que se formaron colas.

Noticias relacionadas

El despliegue no gustó a los vendedores, especialmente a los pescaderos: «Se tiene que guardar la distancia de seguridad, pero esto no se ha planificado bien», criticó Simó Soler, de la pescadería Soler-Sastre. «La gente quiere ver el pescado y luego comprarlo. Lo que no quiere es hacer cola. Esta mañana me han llamado clientes que han renunciado al pedido que habían hecho para no tener que hacer media hora de cola para entrar. Además, ¿acaso la gente no se toca en los súper? ¿Allí sí guardan los dos metros de distancia?», preguntó. Francisco Riera, de la pescadería Vicenta, cargó contra la «excesiva» presencia de inspectores. «¿Es normal tener a cuatro inspectores vigilando toda la mañana? ¿Pasa en los súper? Están las 24 horas del día encima de nosotros, parecemos delincuentes», criticó. También se refirió a la pérdida de clientes y dijo que había hecho «la mitad» de cada de un día normal.

mercat de pere garauFOTO : BOTA

Fuera se respiraba más tranquilidad. Cuando se decretó el estado de alarma se prohibió la venta de ropa y el espacio que ocupaban sus vendedores sirvió para ensanchar los pasillos y dar amplitud a los puestos de fruta y verdura (y los de plantel). Igual que en el interior, este sábado la gente hacía cola ordenadamente e intentaba mantener la distancia de seguridad, en la medida de lo posible. Nícia Perelló, que vende fruta y verdura, consideró «acertadas» las medidas pero señaló que a la gente le cuesta entender que debe mantener la distancia. «Fuera no hay aglomeraciones como las del vídeo, que además fue un día puntual».

Perelló explicó que desde que se decretó el estado de alarma sirven la compra a domicilio, para evitar salir a los que tienen más miedo de contagiarse. Uno que no tiene miedo es Juan Manuel Ferreño, que este sábado fue a hacer la compra con su pareja. «Creo que las medidas se respetan, aunque prefiero venir entre semana porque hay todavía menos gente que los fines de semana. Yo estoy tranquilo».