El ‘colapso’ al que alude el cartel publicitario las avenidas de Palma, frente a una parada de bus, no alude a la situación de la EMT: es el título de una exposición que debía estar abierta ahora. | Teresa Ayuga

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El 18 de diciembre de 2019, la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Palma anunció una «revolución» sin precedentes en la rutas de los autobuses de la ciudad. Habría más coches que nunca, mejores conexiones que nunca y, a lo largo de este 2020, se comprarían un centenar de coches nuevos mientras irían jubilándose los más desgastados.

Nadie sabía todavía aquel día que, al año siguiente, el gobierno chino situaría entre los días que iban del 13 al 19 de ese mes la coincidencia de varios contagios de un virus que todavía entonces no tenía nombre. Un periódico de Hong Kong, el South China Morning Post, todavía afinaba más hace unas semanas, y –citando fuentes del gobierno chino– identificaba a un «paciente cero» que el 17 de noviembre pudo haberse infectado en un mercados de Wuhan. Tal vez – pero eso no está del todo claro y hay otras hipótesis–, después de comer carne de murciélago, un manjar exquisito al parecer.

Ajeno a todo eso estaban el alcalde palmesano José Hila, el concejal Xisco Dalmau y el gerente de la EMT, Mateu Marcús, mientras anunciaban la «revolución» en la empresa municipal de transportes. El año anterior había transportado a 43 millones de pasajeros, los 170 vehículos se ampliarían en 20 más, se crearían 6 líneas nuevas (pasando de 28 a 34) y habría cambios en 19. De los, aproximadamente, 170 buses que circulaban por Palma, son ahora, cuando llega el día 39 del estado de alarma, 65 los que recorren las calles de la ciudad.

Nuevo cambio de horarios

Se han suspendido 14 líneas; hoy son 24 las que operan y las frecuencias van cambiando sobre la marcha. La utilización de los autobuses bajo el 92% en los días duros del confinamiento, cuando sólo se permitían las actividades ‘esenciales’ y hoy es del 85%. Si el movimiento de las alas de una mariposa puede provocar un txunami al otro lado del mundo (eso es el ‘efecto mariposa’) el último aleteo de un murciélago lo ha cambiado todo por completo, también el rumbo y los planes de la EMT. Desde el interior de un bus se entiende más.

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Esther no ha dejado de utilizar el autobús desde que se inició todo esto. Espera tardar menos de las dos horas que le costó completar su trayecto hace unos días. Vive cerca del Poble Espanyol; se dedica a la limpieza y considera «lamentables» las frecuencias.

También Conchi y Ana son mujeres que se dedican a limpiar, concretamente en el aeropuerto de Palma. Está muy poco frecuentado, el aeropuerto (una de las líneas, la A2, se ha suprimido), y a ellas les han variado el turno. «Antes teníamos turno de noche y nos lo cambiaron al de día. Limpiamos y desinfectamos», explica una de ellas. Esperan protegidas con mascarilla. Quienes se dedican a la limpieza utilizan muchos el bus. La EMT ha detectado que ha nacido «una nueva hora punta». Si antes de la ‘era COVID19´ estaba entre las 6,30 y las 7,30, ahora va de las 7,30 a las 8,30. «Estamos anotando todo y vamos tomando decisiones, por eso hay cambios», explican. Hoy vuelven a cambiar los horarios.

David espera un bus para una gestión que no termina de aclarar. Le despidieron, sin ERTE, y firmó un final de contrato (aclara que «con finiquito») en una empresa que se dedicaba a la decoración de hoteles. «Ese trabajo me gustaba y me permitía viajar mucho fuera de las Islas», dice.

Es posible que la ‘revolución’ que anunció la EMT se reanude alguna vez. De momento, los vehículos sólo permiten un aforo del 33%. No pueden ir llenos y ya no se usan monedas. Hay que pasar la ‘tarjeta ciudadana’ pero nadie obligará a nadie a bajar del bus salvo cruce de cables. La gente cumple y no se cuela.

Los autobuses turísticos, los rojos de City Sightseeing (no son de la EMT) no salen. En una ciudad confinada, sin turistas y con poco que ver, no tenían demasiado sentido.