Luis ha completado su barricada de cajas para ordenar el acceso a su tienda. | Jaume Morey

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El trino de los pájaros, las voces de fondo de la programación matinal de alguna radio encendida en cualquier casa próxima y el sonido sostenido del motor de coches que se alejan marcan el sonido de la mañana de un lunes más después del quinto fin de semana del estado de alarma que, este martes, llega a su día 38.

Toni Escanellas y Bernat Nadal, en La Picolissima de IB3Ràdio –el programa que le pone humor e ironía a la jornada– han elegido la canción 20 de abril de Celtas Cortos para animar un lunes que ha amanecido gris y anticipa la lluvia que luego vendrá. Luis, de Mel Fruites, un pequeño comercio que despacha frutas y verduras en la calle Joan Miró, ya ha montado su ‘barricada’ de cajas vacías para cumplir con las limitaciones que impone el ‘distanciamiento social’ al hacer la compra.

Lo primero que hace Luis cada día desde que empezó todo, es levantar su muralla de cajas para que la gente no acceda de golpe. La entrada es ahora por un lateral y uno por uno. Ha notado que ha vuelto la compra diaria. Hay quienes vienen cada día y se llevan productos de tres en tres.

Sandra y Vanesa despachan en Sa Fruiteria –próxima a la anterior, junto a un gran Mercadona– y, también, constatan que ha aumentado allí la compra diaria de productos de alimentación (además de frutas y verduras, frutos secos, pan, embutidos, leche, aceite vino y similares) y que si ya tenían una clientela tradicional, esta ha aumentado. «Prefieren comprar aquí, donde la cola es menor que en grandes supermercados y todo es fresco», dice una de las dos dependientas que atienden tras el mostrador. También hay venta ‘on line’.

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Preguntas y respuestas

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El confinamiento, quién lo diría, devuelve la compra diaria de proximidad que ya parecía perdida. Pero bueno, eso prefieren decirlo más quienes venden que quienes compran.
Maribel acaba de hacer la compra en otra pequeña tienda de alimentación de la calle Damas Calvet en Es Fortí. Asegura que hace tres días que no sale de casa y que «cuanto menos salgamos, mejor para todos y antes terminará todo esto». Y añade que «si puedo, prefiero el pequeño comercio» y que nos habíamos olvidado» y «acostumbrado demasiado al supermercado».

Juanjo sale del horno donde ha comprado pan «y otras cosas para preparar el desayuno». Ha vuelto de trabajar. Se levanta muy temprano; este lunes a las cuatro y media. Es repartidor de prensa. Trabaja como autónomo subcontratado para la distribuidora Rotger.

Empieza por el aeropuerto y luego reparte por comercios y bares de Palma. Dice que aunque estén cerrados, todavía deja ejemplares por debajo de la puerta. Espera que sigan vendiéndose periódicos y así lo hace constar en su breve conversación mientras su madre observa desde el piso de arriba.

Cualquier punto es bueno para un encuentro. Incluso un bar que se llama así, Bar Encuentro, y donde el fotógrafo ve una imagen que puede definir el momento que se está viviendo ahora. Miquel, en un cruce de calles, cuenta que va a buscar algo a la farmacia. Es de Petra pero vive en Palma. «Mal, muy mal, qué quiere que le diga», responde cuando se le pregunta cómo está viviendo el estado de alarma. Tres personas aguardan en el exterior del centro de salud de Son Pisà. Siguen dándose citas. Un señor con mascarilla se pregunta si «no se hacen tests».

Prefiere no dar su nombre pero no le importa salir en la foto. Es una mujer que va camino de un súper en la calle Sant Ferran. Responde a las preguntas y luego, sin carrito de compra, se vuelve y es ella quien pregunta.

«Perdonen –dice– , ¿podrían contarme por qué los políticos no se bajan los sueldos y ayudan a la gente? Y la monarquía, también, eh». Y remata: «¿Eso se puede publicar en un periódico? Este marte podrá comprobar que sí.