‘Lo que de verdad importa’ tuvo que alterar su clásico formato por la crisis sanitaria mundial y se celebró por vía telemática. En la imagen, los tres ponentes, junto al presentador, Jota Abril.

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El congreso ‘Lo que de verdad importa’ celebró este domingo su 13 edición con tres ponencias telemáticas a causa de la crisis de la COVID-19. Las conferencias, que fueron vistas a través de internet por más de 15.000 personas desde unos 50 países, corrieron a cargo de tres personalidades que tienen como denominador común haber afrontado situaciones límite a lo largo de su vida y ser ejemplos de superación.

El primero de ellos fue el hijo del mayor narcotraficante de la historia, Pablo Escobar Gaviria. Juan Pablo Escobar vivió una infancia y juventud de violencia junto a uno de los criminales más buscados. Pero lejos de verse influenciado por su progenitor, consiguió desmarcarse de su figura e integrarse en la sociedad.

A continuación, le tocó el turno al arquitecto Bosco Gutiérrez Cortina, que permaneció 257 días secuestrado en un zulo de un metro de ancho por tres de largo. Orar y establecer un horario estructurado le sirvió para superar el miedo y huir.

Por último, Pedro García Aguado, oro olímpico con el equipo de waterpolo en Atlanta 96, más conocido por su participación en el programa Hermano mayor. Intentaba reformar a jóvenes díscolos poniendo en práctica lo que aprendió al superar su adicción a las drogas.

A pesar de reconocer todo el mal que su padre hizo, Juan Pablo Escobar relató que «nunca faltó el amor en nuestra casa. Me transmitió valores positivos. No le puedo reprochar la formación y los valores, pero desaprovechó la oportunidad de reparar el daño que hizo a la sociedad. Mientras viví con él, pensaba que el lujo iba a durar toda la vida, pero no fue así. La violencia nos alcanzó rápidamente y fue el pan nuestro de cada día. Mucha gente ve las series que han hecho y se creen que éramos muy ricos, pero vivimos muchas penalidades. Estuvimos escondidos en una casa y nos quedamos sin comida pero con cuatro millones de dólares en billetes. Éramos los más ricos pero nos moríamos de hambre, no teníamos libertad para ir a comprar el pan». Juan Pablo Escobar sentencia: «Pude haberme convertido en Pablo Escobar 2.0 pero no quise porque conocía y conozco las consecuencias. No hay narcos jubilados. He podido reconciliarme con unos 150 personas perjudicadas por mi padre. Nadie está destinado a seguir el legado familiar. Ningún hecho nos puede condicionar a lo largo de la vida», recalca.

«Pensé que me moría»

El reconocido arquitecto Bosco Gutiérrez contó el hecho que marcó un antes y un después en su vida. «Era 1990, tenía 33 años y una familia con siete hijos. Volvía de misa cuando cinco personas me interceptaron y me metieron en un coche. No me hablaron, se limitaron a desnudarme y a encerrarme en una habitación de un metro de ancho y tres de largo. Al principio lo pasé muy mal, pensaba que me moría. Al cabo de unos días, uno de los secuestradores me pasó una nota en la que me ofrecía un trago y me daba a elegir que licor tomar. Le dije whisky marca Chivas. Tomé el vaso y empecé el culto al trago pero en un momento dado oí una voz de mi conciencia y lo tiré al escusado. Esta reacción tonta supuso la victoria de la primera batalla. Pensé: ‘Sigo siendo libre. Puedo modificar las circunstancias. No puedo modificar el confinamiento pero puedo modificar como me siento’.»

El éxito y el fracaso

Pedro García Aguado sabe lo que es renacer de las cenizas, en lo deportivo y en lo personal. Después de perder la final de los Juegos Olímpicos de waterpolo de 1992 en Barcelona, los medios tacharon al equipo de haber fracasado. «El éxito oculta lo que el fracaso te puede enseñar –explicó ayer en su ponencia–. Cuando las cosas van mal te puedes quejar o analizar las causas y buscar las maneras de cambiar las cosas. Con el 1 % de inspiración no sirve. Cuatro años más tarde conseguimos el oro olímpico. Los valientes son los que teniendo miedo conquistan sus objetivos».