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¿Es usted residente en Baleares?
—Sí.
—-¿Me muestra, por favor, el carnet de identidad?
—Aquí tiene.
—Puede pasar. Gracias.

Tres guardias civiles comprueban la documentación de unas cuarenta personas recién llegadas de Madrid al aeropuerto de Son Sant Joan. Dentro del avión de Air Europa, los 60 viajeros utilizan mascarillas de todo tipo. Una veintena de ellos hace escala para poder viajar a Ibiza durante el estado de alarma por el coronavirus.

Lo más curioso es que todos acceden a la nave con la protección puesta, pero una vez acomodados, muchos se la quitan para mirar una película por el móvil, escuchar música o hablar con el vecino, situado dos plazas más allá. Las medidas de seguridad por el coronavirus no permiten usar el asiento de en medio.

Una de las pasajeras habla por teléfono: «Para pasar los quince días de aislamiento en Madrid, los paso en Mallorca», afirma. Dos jóvenes hablan en mallorquín sobre temas de trabajo, ríen y hacen planes. Un grupo de cinco personas con acento argentino contacta con unos amigos para que les recojan.

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El precio del billete por un sólo trayecto me ha costado 24 euros con el descuento de residente. Dentro del Boeing 737-800 las azafatas llevan mascarilla para recibir a los pasajeros, aunque durante el vuelo se las quitan. Proporcionan pañuelos con alcohol y recuerdan que en todo momento hay que guardar las distancias de seguridad. El capitán Sánchez García no hablará en ningún momento. Eso sí, despega antes de la hora prevista y, en lugar de una hora de vuelo, aterrizará 50 minutos después.

Para viajar a Palma desde la capital es suficiente con que en el DNI figure una dirección de la Isla y haber rellenado previamente una hoja de la Conselleria de Salut i Consum (’Cuestionario de salud del pasajero COVID-19’) en la que hay que responder a cinco preguntas: «¿Ha tomado medicamento para la fiebre durante las últimas 24 horas?, «¿Neumonía (RX o evidencia clínica)»; «¿Dificultad respiratoria?»; «¿Fiebre?»; «¿Tos?» Las posibles respuestas son sí, no y n/s. Además, hay que facilitar una dirección de alojamiento en la Isla y un teléfono de contacto. Al final, una firma bajo la frase: «Declaro, bajo mi responsabilidad, la veracidad de los datos proporcionados».

Este documento será comprobado finalmente por los agentes que son el segundo control, ubicado en la terminal de llegadas, a la que se accede en autobús desde el avión. El primer filtro lo integran dos funcionarios del Govern. Para salir a la calle solo está abierta la puerta A. Todo el proceso es rápido, dura unos 15 minutos.

Fuera, el conductor de Mallorca Taxi, informa de que no todo el mundo puede acceder a la Isla. «El otro día esperaba a dos clientes italianos que no llegaron a salir. La Guardia Civil los retuvo porque no eran residentes ni tenían domicilio al que ir», comenta, tras reconocer que desde el inicio de la crisis «tenemos un 80 % menos de trabajo; además, aunque la autopista a Llucmajor esté vacía, hay que ir con cuidado para no impactar con alguna ave: ahora sin casi coches, estas vuelan muy bajo».