‘Monument, dona’ (1970), de Miró, frente al Palau March y muy cerca de la Catedral. | Jaume Morey

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Algunos no lo sabrán, o no son conscientes de ello, pero las calles de Palma llevan décadas custodiadas por verdaderas obras de arte. Muchas veces, cuando paseamos y debido a las prisas, el estrés, nuestro día a día –o al menos, tal y como lo entendíamos antes de la llegada del coronavirus–, impedían pararse, contemplar y reflexionar en torno a las piezas que integran el parque escultórico de Palma. Ahora, son esas esculturas las que se han convertido en las vigías de nuestras calles, vías tan famosas y transitadas como la Rambla, el Passeig Sagrera, s’Hort del Rei o la Plaça de la Porta de Santa Catalina, por citar tan solo algunas.

Ahora que se celebra la Semana Santa, eso sí, en un ‘formato’ muy atípico y lejos de lo que estamos acostumbrados desde tiempos inmemoriales, algunas de las calles por donde solían transitar los tradicionales pasos, encontramos auténticas joyas de nuestro patrimonio.

De hecho, cerca de la Catedral, epicentro de la religiosidad cristiana en Mallorca, encontramos una de esas esculturas, icónica y que despierta mucho interés por sus formas: Monument, dona, de Miró. «¿Es un huevo? ¿es una pastilla de jabón gastada? ¿es un útero? ¿qué es?». Más de uno se habrá hecho esta pregunta al contemplar Monument, dona, del genio catalán.

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‘Nancy’ de Calder

La firma de Miró no es la única importante que encontramos en este parque escultórico que ahora, en tiempos de coronavirus, nos vigila, custodia nuestras calles. Paseando encontramos otras obras destacadas como Nancy, de Calder, en la entrada a s’Hort del Rei accediendo desde la Plaça de la Reina; la popular iglesia ‘invertida’ de Oppenheim, Device to Root out Evil, en la Plaça Porta Santa Catalina y que se restauró recientemente; la escultura de Rouiller, en sa Faixina; o Ciclista, de Aligi Sassu, y Porta del Mar, de Mompó, ambas en el Passeig Mallorca, no muy alejadas.

La otra cara de la moneda es el maltrato que han sufrido la mayoría de estas esculturas, algunas siendo restauradas una y otra vez. Pronto, cuando pase todo esto, deberíamos haber aprendido a respetarlas, a quererlas y a mimarlas.