Muchas de las mujeres en situación de prostitución viven en el mismo sitio en el que ejercen. | Kai Pfaffenbach

TW
38

Ni el virus ni el confinamiento frenan la prostitución en Mallorca. Aunque ha bajado muchísimo su intensidad, hay mujeres que no han tenido más remedio que seguir manteniendo la actividad para poder comer. Prueba de ello es la incesante actividad de las páginas web de contactos, donde en poco más de una hora se publican medio centenar de anuncios, bastantes de los cuales prometen contactos físicos pese a la orden de encierro decretada por el Gobierno.

Tal y como denuncian desde Metges del Món, hay hombres que siguen reclamando estas prácticas sexuales y se saltan a la torera la prohibición de salir de casa, aprovechando que van a comprar tabaco o al supermercado. Y si hay demanda, hay innumerables anuncios que ofrecen servicios sexuales presenciales.

Una de estas mujeres ha optado por reinventarse y ahora se dedica a las videollamadas. «He estado dos semanas muriéndome de hambre y he tenido que buscarme la vida. Gano muy poco, pero por lo menos tengo para comer. Yo no me podía imaginar que a mi edad, con sesenta años, tendría que comer pienso de perro», señala Jane, que mantiene la actividad. Esta mujer advierte que «no se cómo voy a pagar los impuestos de mi local. Ahora me viene el IVA y el IRPF pero solo tengo para pagar».

Noticias relacionadas

Jane denuncia que «hay hombres que piden verme. Piensan que estoy desesperada y voy a practicar sexo sin preservativo. Siempre los hay que intentan rebajar precios y yo como macarrones todos los días». Cruz Roja Balears, Metges del Món y Casal Petit denuncian que la situación de las trabajadoras sexuales se ha agravado con el confinamiento, ya que de repente se han quedado sin ingresos y carecen de un colchón económico, social y familiar que amortigüe esta caída.

Es el caso de Ana, una colombiana que ejerce la prostitución en la Puerta de San Antonio. «Estoy pasando por una depresión con ansiedad. Esta situación está afectando mucho a todas las chicas. Vivo sola en un estudio y no tengo con quien conversar ni pelearme», se lamenta. Sin ingresos, con solo 60 euros ha pasado tres semanas de confinamiento. «Estoy sin ahorros porque ayudo a mis hijos allí en Colombia. Uno estudia en la universidad y el otro tiene una niña de cinco años», explica Ana. Su familia no sabe que se dedica a la prostitución y planeaba trabajar en un hotel esta temporada.

«Una amiga mía tiene la nevera tan vacía que no tiene ni para caldo», explica. La entrega de alimentos de Cruz Roja alivia en algo esta situación y Ana confía en que la ayuda de emergencia del Govern le pueda servir para alimentarse y pagar el alquiler.