Rakel Ramon se ha quedado en casa para superar la enfermedad.

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«Los síntomas se parecen mucho a los de un resfriado y lo puedes pasar sin darte cuenta, si a mí no me llega a insistir mi madre no hubiera llamado y podría estar en la calle contagiando a la gente. Si alguien presenta síntomas como febrícula, dolor de cabeza, tos seca o falta de aire que llame automáticamente». Es el testimonio de Rakel Ramon, llosetense de 38 años. Lleva una semana encerrada en casa sin saber si es positivo en COVID-19 porque no le han hecho el test, pero está tomando todas las precauciones por si lo fuera, es lo que se conoce como un posible positivo.

Como ella muchos otros enfermos que presentan síntomas leves no son diagnosticados, sin embargo es importante contactar con las autoridades sanitarias para seguir a pies juntillas todas sus recomendaciones. «Durante cuatro días seguidos tuve un dolor de cabeza que no se iba, cuando hacía años que no tenía», confiesa. El viernes pasado, tras insistir su madre, llamó al 902079079. «Me dijo que como no me podía dar cita, mi médico del centro de salud se pondría en contacto conmigo y en menos de una hora me llamaron». La descripción de los síntomas encajaba con la COVID-19 pero fue tras oírla toser cuando le confesaron que «tenía toda la pinta».

Tras este diagnóstico sui generis ya que le insistieron que «no podemos estar haciendo el test a todo el mundo», le dijeron que la llamarían cada dos días y que vigilara si iba empeorando.

Y entonces llegó la febrícula y la falta de aire. «Me despertaba con la sensación de que me ahogaba» y con la incertidumbre de una enfermedad desconocida... «Es cierto que el sábado lloré el alma porque no sabía ni qué tenía, ni si me podía morir», confiesa. La llamada al 061 que la puso en contacto con su médico fue tranquilizante. «Me dijo que el proceso eran varios días y podía empeorar pero que, por la edad que tenía, pasaría. Al menos ya sabía a lo que me tenía que enfrentar», cuenta.

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Más adelante apareció el último de los síntomas, una mucosidad muy líquida «como cuando sales del agua». Finalmente se adaptó a lo de «un Gelocatil cada ocho horas independientemente de cómo me encuentre» y sigue confinada en su casa, sola.
Una semana después asegura que lo lleva bien porque «estamos en un estado de alarma y en realidad todo el mundo está confinado», asegura. «Si lo ves negativo lo tendrás todo negativo», destaca. «Estar aislado hace que las relaciones sean más intensas, y a mí me va muy bien porque considero que la sociedad debía cambiar en este aspecto». Sin embargo, el motivo principal de su optimismo es «porque me encuentro bien, si fuera como la gente que necesita un ingreso sería otra cosa», reconoce.

«Mis hijas y mi familia están bien»

«Mis hijas están bien y mi familia también». Rakel Ramon está separada y tiene dos hijas, por suerte cuando presentó todos los síntomas estaban con su padre.

Habla con ellas a diario pero su familia está bien y se ha volcado a ayudarla. «Mi madre me trae el pan y los productos más perecederos y me los deja en puerta, después me escribe un WhatsApp para que salga, ni siquiera toca el timbre», se ríe. «No tengo necesidad de más», reconoce. «Es una situación excepcional pero lo llevo bien».,