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Ya lo hemos escuchado muchas veces últimamente. Que vivimos en el mundo de la posverdad. Que los datos ahora son relativos. Que si no estoy de acuerdo con una teoría científica puedo elegir no creer en ella o acusar conspiración. Que ahora resulta que quizás la tierra sí era plana después de todo.

Si bien los bulos ya hace tiempo que dan vueltas por las redes sociales en forma de artículos periodísticos apócrifos, notas de audio de dudoso origen y vídeos manipulados para influenciar la opinión pública, el problema de la desinformación golpea a España y al resto de Occidente de forma agresiva. Y es en un período de emergencia sanitaria como el actual en que más debemos cuidarnos de la polución informativa.

Coronavirus: Todas las novedades

Las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud y de Sanidad para prevenir el coronavirus se repiten una y otra vez en los medios de comunicación y en las redes sociales en un esfuerzo conjunto para mitigar la pandemia. Pero vivimos en tiempos de desconfianza en los que muchos miran al periodismo con incredulidad, como si existiera un esfuerzo coordinado para esconder la verdadera verdad del público, vaya uno a saber por qué. Es común leer hoy en Twitter algún que otro «los medios mienten», definiendo equivocadamente al ejercicio del periodismo como una entidad de pensamiento monolítico y no como los cientos de miles de periodistas que trabajan en periódicos, canales, radios y sitios de internet, cuyas opiniones son tan diversas (y muchas veces diametralmente opuestas) que ni a los Illuminati se les podría ocurrir coordinar tamaña conspiración.

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Es en este contexto que por estos días salen a flote mensajes en Whatsapp redactados por vaya uno saber quién pero que incluyen las opiniones de [inserte nombre de algún/una médico italiano/a aquí para hacer el bulo más creíble] y un grupo de científicos japoneses que entre otras cosas, recomienda tomar agua cada 15 minutos ya que «cuando el virus entre por la boca… el agua u otros líquidos lo pasarán… directo al estómago donde los ácidos gástricos destruyen el virus.» Este mensaje, falsísimo por donde se lo mire, ha sido traducido a varios idiomas, incluido el árabe, y ha sido compartido cientos de miles de veces según la BBC. En Colombia, el mensaje fue atribuido a un reconocido neurocirujano local y el hombre tuvo que salir a decir que, claro, él nunca había dicho semejante barbaridad.

El aluvión de bulos actual sobre el coronavirus sirve para recordarnos una vez más lo fácil que es convertir a Facebook, Twitter, Whatsapp y Youtube en un herramienta dañina (un recurso que en inglés se denomina weaponize, ya que las transforma en un arma) para desinformar a la opinión pública y confundir a una población que ante el miedo prefiere compartir «por las dudas».

Por ahora, lo mejor que podemos hacer para identificar los bulos es desconfiar de todo el contenido que se nos envía y sea difícil de comprobar, y realizar una búsqueda en Google antes de compartirlo para asegurarnos que no somos parte del problema.

En el pasado, el Kremlin ha comparado a la desinformación con el efecto de una «radiación invisible» ya que afecta a la población sin que esta lo sepa. Una vez pasada la crisis actual y el mundo vuelva a la normalidad, será conveniente analizar el impacto que tienen en nosotros las noticias falsas y unir fuerzas entre todo los sectores de la sociedad para crear programas de alfabetismo digital que nos preparen para entender y evaluar lo que recibimos en el móvil y la responsabilidad que tenemos al compartirlo.