La filósofa Victoria Camps, en Palma. | Teresa Ayuga

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La filósofa Victoria Camps (Barcelona, 1941) se mueve a través de los conceptos políticos y morales con la soltura de quien ha dedicado toda su vida a la erudición y la reflexión de los problemas que rodean a la sociedad. Este miércoles, con ese ímpetu y claridad que la caracterizan, impartió la conferencia La crisis de la democracia representativa en el Hotel GPRO Valparaíso de Palma, organizada por el Cercle d'Economia.

¿De qué trata su conferencia?

—De lo que yo creo que es una crisis política en general, que es la crisis de representatividad y se debe a una falta de confianza en los representantes políticos y, sobre todo, trato nuestra reacción a esta crisis que creo que está siendo equivocada, como se ve en los populismos y los dirigentes que estamos eligiendo.

¿Qué consecuencias tiene esta crisis política?

—Una es que nos está llevando a una concepción equivocada de la democracia en la que solo hay que votar. Como un mercado en el que los partidos nos venden sus programas y nosotros los compramos. Esto se ve en los extremos que se han vuelto más extremistas y parecen reivindicar lo que no consiguieron en su momento con la Constitución.

¿A quiénes se refiere?

—Me estoy refiriendo a lo que pasa en Catalunya o con la derecha más franquista de Vox.

Hablando de Vox, ¿qué opina del pin parental?

—Creo que es una cuestión política en su sentido más perverso y querer meter cizaña en algo que no preocupa a la sociedad. Cuando se reprocha que la educación adoctrina, bueno mire, es que tiene que ser un adoctrinamiento. La Constitución dice que educar es transmitir los valores de libertad y justicia, y eso ya es adoctrinar de alguna manera.

¿Cómo podemos revertir esta crisis política de la que habla?

—En primer lugar, hay que hacer un buen diagnóstico, cosa que no se está haciendo. Como me he dedicado a la moral, me pregunto qué falla éticamente. Cuando proyectamos la crisis en las instituciones o partidos tenemos que ver que todo esto son personas y la pregunta debería ser: ¿Hemos conseguido educarnos para una democracia? Y la respuesta es que no. Ese es uno de los fallos de la democracia liberal, que no ha sabido construir una ciudadanía comprometida por el bien común.

¿Eso se consigue a través de la educación?

—Sí, pero no con más asignaturas, sino cambiando costumbres. Lo mismo ocurre con el feminismo. Sus problemas más graves son los que no han conseguido acabar con el machismo, pero eso se hace a través de cambiar costumbres más que legislando.

¿Cuál es la función de la filosofía en la educación de la sociedad?

—La filosofía es una reflexión que debe ayudar a todos a pensar de manera más profunda y más pausada que lo que hace la política sobre los grandes problemas que tenemos en cada momento.

¿Cuál diría que es la mayor virtud de la democracia?

—Su mayor virtud es su mayor defecto. No nos fiamos del ‘Rey Filósofo’ de Platón y creemos que lo mejor es contrastar opiniones y confiamos en que el conocimiento de la gente les hará tomar la decisión más correcta, pero esto no es cierto porque más que razón somos sentimientos e intereses.

¿Y los límites de la libertad?

—Los límites de la libertad están en los demás. Pero son unos límites que debemos ponernos nosotros, y esa es su contradicción porque esos son los límites más difíciles de poner. Todo lo que la ley no prohibe está permitido, pero no tiene por qué ser bueno.