José Salto desde su oficina en Shangai.

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José Salto había convertido la mesa de su despacho, en su casa de Shangai, en su particular oficina. Hace semanas que trabaja desde casa. Su empresa así se lo había requerido, después de que el brote de coronavirus encendiera las alarmas en el gigante asiático. Este lunes ha podido volver por primera vez a su puesto de trabajo. «Hoy me ha tocado venir por primera vez a la oficina, hacemos turnos, en mi departamento solo estoy yo», explica este mallorquin.

«Resulta curioso. En siete años en China apenas hemos tenido unos pocos días de vacaciones. Ahora llevo todo el mes de febrero sin pisar la oficina», comenta el joven, con el que hablamos sobre su día a día y como la expansión de la COVID-19 ha condicionado sus rutinas cotidianas y las de millones de personas alrededor del mundo.

Uno de sus máximos intereses radica en normalizar la visión de la situación que hoy por hoy se vive en China, al menos en una urbe como Shangai, que aglutina en sus barrios y calles a cerca de la mitad de la población de España. «Allí estáis viviendo la situación que a nosotros nos llegó hace unas tres semanas», afirma, considerando que aunque las medidas de prevención son férreas y visibles a todos los niveles, la psicosis no ha cundido en exceso entre la población en general.

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La normalización de los datos de contagios y víctimas mortales ha contribuido a buen seguro a ello. Sin embargo, no pasa por alto que su vida no es exactamente idéntica a antes de que todo empezara. «Por ejemplo, muchos extranjeros que viven y trabajan en Shangai no han tenido la oportunidad de regresar tras la celebración del Año Nuevo chino, por lo que muchos negocios permanecen cerrados», y la actividad de las empresas de variados sectores vive aletargada, a menos de medio gas para lo que representan sus costumbres.

«Y eso que nosotros no estamos en cuarentena», puntualiza. Donde más se percibe la excepcionalidad es en lugares donde se producen aglomeraciones, como supermercados o centros comerciales. En la puerta siempre hay alguien que anota tus datos personales y te toma la temperatura. Si esta excede de un punto determinado se pone en marcha el protocolo, que no he visto de cerca ni tengo ni idea de en qué consiste exactamente. Si no, tan solo controlan que no te hayas acercado a Wuhan, el origen de la epidemia, y se aseguran de poder localizarte en caso de necesidad».

La empresa también juega un papel fundamental en la monitorización de la expansión de la COVID-19, y desde sus departamentos controlan los movimientos de sus trabajadores mediante formularios, que evolucionan dependiendo de los desplazamientos que realicen. «Yo el otro día fui a jugar a fútbol al aire libre sin ningún problema. En metro no he circulado, pero sí en taxi».

China declara el nivel máximo de alerta sanitaria en Pekín y Shangái. Según Salto este contexto permite ensayar con nuevos entornos en caso de crisis. Los softwares que por ejemplo, con los centros educativos de distinto nivel cerrados, permiten que los escolares chinos reciban los deberes y la lección de sus maestros desde casa ha acaparado el tiempo y la atención de los profesionales del sector en los últimos días. Además toma relieve la gestión que el gobierno chino hace del asunto, que con los datos en la mano habla de que «esta manera de atacar al coronavirus no es tan mala». Shangai representa un mestizaje particular entre tradición y modernidad en la China actual, y eso no se lo arrebatará ningún virus.