Hablan sobre los pisos tutelados y los centros de menores en las Islas. | Teresa Ayuga

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«En las informaciones sobre la explotación sexual a menores tuteladas hay prejuicios y estigmas. Van contra los protegidos como hace tiempo se perseguía a los menas», se lamenta Juan Carlos López, presidente de la Asociación Pro Emancipación de Baleares (APEIB), quien asegura que algunas noticias «tiran por el suelo en un momento todo el trabajo que se ha hecho». La asociación quiere acabar con el estigma de que los menores tutelados son delincuentes. «Antiguamente decías en el colegio que estabas en un centro de protección y te preguntaban qué habías hecho», explica Felipe Novez. Y ahora... «una niña llegó al centro el otro día diciendo que un compañero de clase le había preguntado si a ella también la habían violado. Ya me dirás cómo se siente».

El Centre Flassaders acogerá este jueves la primera jornada APEIB que, advierten, es anterior a las últimas noticias relacionadas con el IMAS. «El objetivo es mostrar que hay muchas personas que se enfrentan día a día a dificultades añadidas a las del resto de la sociedad», asegura. Y uno de los principales retos es la emancipación. «A los 18 años te tienes que independizar sin que muchas necesidades estén cubiertas», si bien es cierto que hoy existen los pisos de emancipación. En el caso de Felipe, otro miembro de APEIB, «a los 17 tuve que volver a casa», explica. Un lugar en el que le maltrataban a diario.

En ambos casos, su paso por los hogares de protección fue positivo. «Los chicos conviven con seis o siete jóvenes más y con los educadores, tienen asesoramiento y acompañamiento las 24 horas», explican. Rechazan la imagen que se ha dado sobre los centros de acogida. «Uno se siente muy amparado ahí dentro», asegura López. Recuerdan además que los menores usuarios «vienen de una familia desestructurada donde han sufrido abusos o agresiones. Para ellos hay terapia y está todo cubierto. Además hay visitas con los familiares de forma regular». Según López y Novez, el objetivo es que puedan volver a un entorno familiar y no se tengan que emancipar.

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Historias personales

Felipe Novez tiene 43 años. «El problema de mi casa fue el alcohol de mi padre. Para mí era paliza va y paliza viene. Me escapé varias veces y fui a parar a varios centros, puedo dar gracias a ellos de que esté aquí», relata.

Juan Carlos López, nacido en 1995, recuerda como de los 6 a los 11 años «sufrí agresiones físicas prácticamente todos los días. Era un chaval encerrado en el colegio porque tenía miedo de volver a casa». Su madre padecía un trastorno de personalidad ocasionado por traumas «que yo ahora entiendo, respeto y perdono». A los 11, «en un momento de lucidez frente a sus carencias económicas llamó al IMAS diciendo que no podía cuidar de su hijo, no se daba cuenta de que había un aspecto más grave».

Su experiencia fue buena. «No te das cuenta de que eres una víctima hasta que entablas relaciones sanas y entonces te preguntas cómo has dejado que te pase. Leí que una niña agredida sexualmente había normalizado la situación... Yo recibí palizas durante cinco años y la primera no fue más importante que la ultima, siempre miedo».