Rata Corner se pasó al Eixample por un local más amplio en una zona más concurrida. | M. À. Cañellas

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Las librerías afrontaron estas Navidades como la segunda temporada más destacada del año, solo por detrás del 23 de abril, día de Sant Jordi. Es momento de hacer caja y así afrontar el resto del año, repleto de desafíos.

Y es que las librerías de Palma son el perfecto termómetro de la coyuntura que atraviesa el pequeño comercio: se defienden de la gentrificación, están viviendo mudanzas de un local a otro por el encarecimiento de los locales y además, tras soportar los golpes del libro electrónico y Amazon, ahora contemplan la irrupción de grandes cadenas nacionales como Fnac (que abrió el pasado mes de noviembre) o el inminente aterrizaje de la Casa del Libro, del grupo Planeta, para febrero. Y todo esto mientras la lectura compite con colosos digitales: Netflix, HBO y las redes sociales van restando minutos y horas de lectura.

Según el último informe de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL), más de la mitad de las librerías de España facturan menos de 90.000 euros al año y un 23,6 % no llega a los 30.000 euros anuales.

El librero de Palma se está curtiendo ante este panorama, cuando menos desesperanzador, y va creando nuevas estrategias de supervivencia. A grandes males, grandes remedios. Frente a alquileres de hasta 2.000 euros mensuales, la mudanza se convierte en la mejor arma para esquivarlos. Y aquí el Casc Antic sale perdiendo, donde apenas las grandes enseñas pueden soportar esos precios.

Trasvase

El primero de ellos: el encarecimiento del precio de los locales. A medida que ha ido subiendo la mensualidad, los libreros se han ido moviendo desde el Casc Antic hacia el Eixample. Baobab fue de los primeros en esta migración: desde Carnisseria hasta las inmediaciones de la plaza Fleming. Luego fue el turno de Literanta, en la misma calle, Metrópolis (de la plaza del Obelisco hasta Reina María Cristina) o Llibres Ramon Llull (de Argenteria a Geranis). Llibrería Lluna también se mudó a un local en General Riera. Tal y como señala Maria Barceló, presidenta del Gremi de Llibreters de Mallorca, «en la Isla se mantiene el número de librerías. Tras el cierre de unas han aparecido otras. Y las librerías se están actualizando: se hacen muchas presentaciones de libros, tertulias, talleres de escritura e incluso conciertos», dice Barceló. Estos comercios, pues, son un revulsivo dentro del panorama cultural de Palma.

Por otro lado, los libreros se topan con «mucha gente que compra en Amazon pero luego tiene que ir haciendo viajes para cambiar el libro. Los libros, además, tienen un precio oficial. En cualquier sitio valen lo mismo. Como mucho, una rebaja del 5 por ciento que aplican las editoriales o en ofertas especiales de 6,95 euros en los libros de bolsillo», dice Barceló. El famoso Black Friday no existe en el mundo del libro y «Amazon no rebaja. Es la editorial quien lo hace», señala la presidenta del gremio de libreros, que duda de la comodidad de esta forma de compra, aunque «igual sirve para libros difíciles de comprar, como los autoeditados».

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Las ventas también entienden de idiomas y edades. La literatura infantil se reparte la cuota de un 70 por ciento en catalán y un 30 por ciento en castellano, que se iguala a los ocho años, cuando sube al 60 por ciento en este último idioma. En el caso de los adultos, se reparte entre un 60 y 40 por ciento, con desventaja para el catalán.

Los hay que ni se inmutan ante las grandes cadenas. «Suelen vender best sellers, que casi no vendemos, y títulos de gran difusión, como los premios Planeta o autores como Megan Maxwell o Pérez Reverte, de los que vendíamos alguno», explica Francesc Sanchís, propietario de Embat, especializada en Ciencias Sociales y literatura de nivel «medio-alto en catalán y castellano». O Quars, «que se dedica a libros de derecho y empresa, técnico, medicina y de creación más suave». Sanchís es un veterano del sector, que lleva 41 años al frente de su librería. «Las ventas han bajado muchísimo, como el nivel de lectura. Hay lectura de conocimiento, para hablar con amigos. Pero poca gente va a dejarse sorprender en la librería». Más que el libro electrónico, Sanchís ha notado la irrupción de Internet «que afectó a recopilaciones de conocimiento como enciclopedias y diccionarios, que han sido sustituidos por Wikipedia y Google. Ya no se venden diccionarios».

La compra de libros también va por géneros: si ellas leen ficción y poesía, ellos se decantan por libros profesionales, de política o legales: «Nadie sabía derecho y ahora todos entienden», dicen con sorna Sanchís.

Ante las cifras de facturación de las librerías reflejadas por CEGAL, Sanchís advierte que «hay mucha gente que crea subempleo en estas tiendas. Hay licenciados que prefieren abrir una librería propia que trabajar 40 horas con sueldos de 700 euros. Pero aquí lo importante es aumentar el índice de lectura en papel».

Por su parte, Álex Volney, de Llibres Ramon Llull, se muestra satisfecho después de su mudanza a los Geranis: «Los políticos están acabando con el casco antiguo y aquí, cerca del Olivar, recibimos a muchos clientes que vienen de la Part Forana». Algo se cuece porque allí están Embat y la reciente Insula Literària.

Miquel Ferrer, de Rata Corner, reconoce que se ha mudado cerca de Blanquerna «no por el precio del alquiler, sino para disfrutar de un espacio más grande. En Blanquerna hay mucho pequeño comercio y no hay franquicias ni turistas».

El arma del librero independiente es la atención personalizada y una agenda cultural que atraiga lectores/compradores.