Las ‘rossegueres’ son frágiles y tienen sus amenazas, entre ellas la frecuentación de excursionistas y el paso continuo de cabras. Para los científicos, presentan un interés geológico que merece una figura específica de protección que ya tienen en la Península. | Redacción Local

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Un grupo de seis científicos de entidades independientes, de la UIB y de la Conselleria de Medi Ambient ha propuesto la declaración de cinco rossegueres (en castellano, canchales) de Mallorca como Lugares de Interés Geológico (LIG). Hasta el momento, no hay ninguna rosseguera en Baleares que cuente con una figura específica de protección, lo que sí ocurre en la Península. Las rossegueres son depósitos de rocas y piedras en las laderas de las montañas. Las cinco rossegueres que han sido propuestas para su protección corresponden a Betlem, Galatzó, Tomir, Planícia y Puig Major. Salvo la primera, situada en la Serra de Llevant, las demás se encuentran a lo largo de la Serra de Tramuntana.

El grupo de investigadores considera que los cinco canchales analizados tienen un valor científico, cultural y educativo. También se tienen en cuenta su fragilidad y amenazas, la susceptibilidad de degradación y su prioridad de protección global. Para los científicos, las rossegueres apuntadas, constituidas por depósitos asociados a vertientes y acantilados, presentan un interés geológico de carácter sedimentológico y geomorfológico.

A todo ello se añade que estas rossegueres cuentan con la presencia de pous o cases de neu, lo que es un valor añadido de carácter etnológico que puede tener un interés educativo y turístico.

Pese a encontrarse bajo la figura de protección de Àrea Natural d’Especial Interès (ANEI), los cinco chancales no han sido aprovechados como recursos didácticos ni han contado con una gestión específica, salvo, mínimamente, en el del Puig Tomir, donde hay un cartel que prohíbe el tránsito sobre la rosseguera. Así, estos chancales presentan una alta fragilidad por la altos niveles de frecuentación por parte de excursionistas y senderistas y por el continuo paso de cabras.

Uno de los científicos que ha lanzado la propuesta, Xisco Roig, doctor en Geografía y en Geología, explica que «estas rossegueres tienen un origen periglaciar, es decir, cuando había hielo en Tramuntana. El hielo puede romper las rocas en fragmentos y dar lugar a movimientos rocosos y de suelo pendiente abajo por influencia de la gravedad».

Para Roig, «las rossegueres constituyen la manifestación y el testimonio inequívoco de épocas frías que afectaron a las formas y vertientes de ambas sierras, con arquitecturas etnológicas como las cases de neu, que facilitaban la acumulación de nieve y conservarla durante más tiempo».

La propuesta destaca que, en algunos escarpes de Tramuntana, la frecuencia de caídas de rocas es tan elevada que se forman acumulaciones de grandes dimensiones, llegando a los 32.000 metros cuadrados. En épocas más recientes, los desprendimientos y las caídas de rocas se atribuirían más al efecto de precipitaciones intensas, tal como ha ocurrido en los últimos años en el Puig de Son Poc, en Bunyola, y en s’Alcadena, en Alaró.

Una cuestión a tener en cuenta es la vegetación en estas zonas. Es muy escasa, pero existen plantas con largas raíces como respuesta a un sustrato que se desplaza y muestran una gran capacidad de adaptación.

Cabe destacar que las rossegueres pueden tener capacidad de retención de agua, dando lugar a fuentes como la del Pedregaret (un nombre significativo, en el Tomir). En esa zona se instaló la embotelladora de agua Binifaldó. En los años 50, fue necesario construir unos marges en la parte inferior de la rosseguera para evitar posibles afectaciones sobre la embotelladora. Los seis científicos que han elaborado la propuesta son, contando a Xisco Roig, José Ángel Martín, Antonio Rodríguez Perea, Guillem Mas, Bernadí Gelabert y Carles Cardona.