Parte del equipo de la unidad con familias de bebés prematuros. Un calcetín recuerda a cada paciente que ha pasado por allí. | Pilar Pellicer

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Álex García tiene ahora tres años y «está completamente sano» pero su caso fue el de «un bebé milagro», cuenta su abuela. Este sábado se celebra el día del niño prematuro y si alguien sabe de esto es la unidad de neonatos del Hospital Son Llàtzer, que este viernes reunió a muchos de sus pequeños pacientes para compartir experiencias.

Sólo el año pasado nacieron 104 niños antes de que el embarazo llegara a término, lo que supone un 5 % del total de partos de este centro. La incidencia de los nacimientos prematuros aumenta en los últimos años pero también su esperanza de supervivencia porque «los cuidadores están más preparados, hay más protección al desarrollo neurológico e impera el vínculo con los padres», explica la supervisora de la unidad, Elena Torrens.

«Estamos en buenas manos», asegura Rocío Lamas mientras sujeta a su bebé Aina Digwood que nació con 900 gramos a las 28 semanas de gestación. Gracias a un espíritu luchador y un buen equipo a su cuidado, la bebé salió del hospital tras tres meses y ahora «tenemos un futuro pero antes no sabíamos si lo íbamos a tener».

No siempre es así pero muchas veces un niño prematuro puede conllevar complicaciones. Marc Brunet remontó un nacimiento a las 31 semanas y una meningitis. A sus padres les gusta llamar al equipo neonatal de Son Llàtzer «nuestro ángeles ambulantes». Parte del secreto es que en esta unidad tienen muy claro que los padres también curan, «son la parte más importante del tratamiento».

El seguimiento a un niño prematuro continúa hasta los 5 o 6 años.