Walter Solari, fotografiado en Palma. | Alejandro Sepúlveda

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El 5 de junio a las 12.02 horas, Waldo Solari compró dos botellas de agua, jabón, cinco sobres de cartas y un bloc de notas. Gastó 2,71 euros. Era su segundo día en el Módulo 3 del centro penitenciario de Brieva, en Ávila.

El preso, un chileno de 61 años que reside en Mallorca, estuvo cuatro días en la misma prisión de mujeres que Iñaki Urdangarin. Waldo Solari fue condenado a indemnizar a una vecina con 4.400 euros por las lesiones que le causó tras zarandearla en Bahía Grande (Llucmajor). El hombre se negó a pagar y optó por cumplir 105 días entre rejas. «Pagar a la mujer que se había inventado esa execrable denuncia, avalada por su hijo policía local, habría significado aceptar mi culpabilidad».

Solari decidió ingresar en el penal de Brieva porque, cuenta, el hijo de la vecina le dijo que se encargaría de que lo pasara mal en la prisión de Mallorca. «Yo quería la misma seguridad y tranquilidad que Urdangarin».

Los funcionarios le adelantaron que estaría poco tiempo. El preso comprobó que el exduque de Palma «está totalmente blindado en una suite». Había un silencio absoluto, pero oía la televisión de Urdangarin desde su celda. «De noche escuchaba la serie Making a murderer, de Netflix, y las dos únicas veces que salí al patio sentí ‘pa-pa-pa’ como si estuviera botando una pelota de baloncesto. Yo no me pude quedar en Brieva, porque soy un plebeyo, pero está claro que el señor tiene televisión».

Waldo Solari fue trasladado a la cárcel de Segovia y se topó con otro ‘ilustre’ compañero en la biblioteca. Su proveedor de libros era Pere Barceló, expárroco de Can Picafort condenado a seis años por violar a una monaguilla de 10 años.

Uno de los domingos, Solari acudió a misa y lo vio en el púlpito. «¿Cómo es posible que este hombre que fue condenado por pederastia esté dándonos sermones sobre cómo ser un buen samaritano?».