Joan Ramis-Pujol en el interior de la fábrica. | P. Pellicer

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Cuenta Joan Ramis-Pujol que al idear la nueva Fàbrica Ramis, pensó en un plazo de futuro de quince años. «A través del cambio de un edificio se pueden hacer proyecciones a futuro sobre su impacto social en los alrededores», dice este empresario que también ejerce de profesor de ESADE, en la materia de Innovación y Creatividad para Administración de Empresas. Reconoce que «también es un primer paso hacia la gentrificación, aunque deberíamos preservar la cultura local». El impacto de un edificio así puede tener un efecto contagio muy positivo en la zona.

Sus más de 4.600 metros cuadrados acogen todo tipo de actividades que se van adaptando según la demanda. «Debe ser un edificio flexible. En nuestro caso adaptamos salas para formación y luego variamos el plan ante la falta de demanda», señala el empresario.

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Ha preservado el espíritu de la fábrica que su abuelo adquirió a la familia Ensenyat para convertirlo en una fábrica de piel. La crisis de los 90 acabó con la actividad y ha resurgido ahora. Guillem Ferrer, antiguo jefe de diseño de Camper, sugirió un bosque en el patio interior de Can Ramis.

Conservación

En la reforma se conservaron suelos originales, columnas de hierro, se descubrieron sus techos de madera o cerámica... Toda una ‘catedral industrial’ que supuso un gran aprendizaje y cuyo proceso Joan Ramis-Pujol ha resumido en un decálogo y, tras su experiencia, quiere convertir en materia de estudio la puesta en valor del patrimonio industrial.