Antoni Montserrat, magistrado de la Sala de lo civil y lo penal se jubila. | Alejandro Sepúlveda

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Antoni Monserrat (Palma, 1947), magistrado de la Sala de lo Civil y Penal, cuelga la toga. A finales de febrero se jubila de forma forzosa al llegar a los 72 años. No se retira y volverá a su ocupación previa, la de abogado junto a uno de sus hijos. «Volver a ejercer es la alterativa más natural», dice para mantenerse activo «mientras la cabeza aguante». «No me veo en una mesa camilla viendo la tele», ironiza.

Su sustituto no llegará a propuesta del Parlament, como en su caso, ¿Qué le parece?

- Ha habido un cambio de una interpretación diferente del consejo y se ha hecho una cosa un poco de malabarismo. Me parece que es desnaturalizar la esencia de la Sala de lo Civil y Penal. No tengo nada en contra de mi sustituto [Pedro Barceló] que es una persona excelente. Con la configuración del Estado Autonómico se entendió que las autonomías tenían que tener su participación en el poder judicial a través de las salas de lo Civil y lo Penal. Si de esos dos, se quita uno, se desnaturaliza porque es la cúspide de la jurisdicción autonómica.

También hay quien sostiene que se despolitiza la Sala.

-Eso es un cuento. Hemos de distinguir entre una justicia politizada y una idea política que se pueda tener en su fuero interno. Un juez que no tenga ideas políticas a mí me parece un memo, porque toda persona con dos dedos de frente tiene unas ideas sobre cómo se tiene que llevar la cosa pública. Una cosa diferente es que uno aplique sus ideas políticas por encima de la ley. Eso es prevaricar. Cuando se dice que los jueces autonómicos seguimos una idea política se nos acusa de prevaricación y eso es muy fuerte. Otra frase que ha tenido mucho éxito es que juzgan a los que han nombrado. Es una sandez soberana. Primero porque el autonómico, por definición, es minoría siempre. ¿Cómo va a poder imponer su criterio contra la mayoría de la sala? En España hay 50 de designación autonómica de 5.000 jueces. ¿Con quitarlos pretenden que se despolitiza la justicia? Es una imbecilidad.

¿Entonces cuál es la solución?

-La justicia española, a nivel de aplicación es muy buena. El problema no está en los jueces ni en la politización de la Justicia. El verdadero problema es la organización, los medios, la retribución. No me parece normal que ante dificultad de acceso o de aplicación, que de acceso es la misma que la de registradores y de notarios y de aplicación es mucho mayor, las diferencias de retribución sean tan enormes.

Pasó por el Consejo General del Poder Judicial que otra vez está bloqueado. ¿Tiene remedio?

-El Consejo es un órgano necesario y que, al menos en el que yo estuve, se trabajaba muchísimo y se nos acusaba de muchas cosas que no eran verdad. Tampoco creo que la solución sea la designación directa por los jueces. Al final hay un elemento ahí que será siempre decisivo que son las asociaciones judiciales que son las que tienen una influencia enorme. A mí no me nombró el PP, que a veces me lo dicen. No, yo fui vocal por la APM y ahí puedo poner la mano en la Biblia y los demás igual. Además, si comparamos con otros países estamos muy bien.

¿La carga de trabajo en la Sala de lo Civil y Penal parece un chollo?

-Tiene poca, sí. Esto ya está paliado por cuanto se le han añadido competencia, como las anulaciones de laudos arbitrales o la apelación de las sentencias penales de la Audiencia que también trae su rollo y la poca casación civil balear no es culpa nuestra. Porque es un chollo venir aquí en casación en cuanto al tiempo porque en el Supremo tardan muchísimo más. No entendemos por qué se utiliza tan poco. Hay una asimetría entre las cargas de los juzgados de Primera Instancia e Instrucción y las de los órganos colegiados. Las quejas vienen sobre todo de la base. Otra cosa increíble es la cuestión informática. Tú vas a Hacienda o a la Seguridad Social y aquello funciona como un tiro, fantástico. ¿En los juzgados? Un día falla una cosa, otro día falla otra. ¿Qué pasa aquí? Que no se quiere. No tienen ganas de hacerlo.

Fue el ponente del primer asunto que salpicó a Matas, visto en perspectiva, lo que nos hubiéramos ahorrado si le imputa.

- (Ríe) Bueno, es un sofisma porque al final no estamos para hacer justicia preventiva. Voy a decir una burrada, justo en un caso de este estilo, a un abogado que apelaba a mis supuestas tendencias políticas, le dije: «Si usted me pone encima de la mesa una mierda, no voy a decir que es una ensaimada». Pues esto es lo que apliqué y creo que he cumplido lo que decía un gran juez, que cuando cuelgue la toga podré decir que está limpia. Tuve que resistir presiones muy grandes, pero el Supremo me daba la razón. Si hubiera visto algo, lo hubiera destapado. Lo fácil hubiera sido despachar el tema y quitarme del medio, pero me ha gustado hacer las cosas como hay que hacerlas, no como me dicen. Caiga quien caiga y me pase lo que me pase.

¿Ha aumentado la acritud en las críticas a las decisiones de jueces?

-Ha habido un aumento evidente de la corrupción conocida y luego hay elementos perturbadores. El primero es la utilización de los asuntos judiciales con finalidad política. Se tiene que respetar el trabajo de los jueces. Un caso evidente es la Manada. Yo conozco al presidente del tribunal y es un pedazo de pan. Haberle dicho que es un machista. ¿Qué dices? Todo el mundo opina, pero lo primero es leerse las resoluciones y saber Derecho, aquí todo el mundo se ve legitimado para soltar su opinión. Hay muchas veces que sí que faltan ‘explicaderas’ de la Justicia. Otro problema son los juicios paralelos y las filtraciones, que son culpa de la organización judicial, no del periodista. Recuerdo que en varios casos mediáticos leía la prensa por la mañana y me decían lo que iba a hacer yo por la tarde o lo que me iba a entrar.