El ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell. | J.J. Guillén

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La lógica y el sentido común se están perdiendo de manera alarmante en la política española. La última la ha protagonizado el ministro de Exteriores, Josep Borrell, al retirar el estatus diplomático al representante de Flandes en Madrid. Esa decisión se produce después de que el presidente del Parlamento flamenco, Jan Peumans, haya expresado su apoyo, cariño y respeto a Carme Forcadell, expresidenta del Parlament de Catalunya y en prisión preventiva desde hace casi un año. A su vez, Peumans ha vuelto a expresar sus serias dudas sobre la calidad de la democracia española (democracia quiere decir que la soberanía reside en el pueblo, del cual emanan todos los poderes del Estado).

El asunto podría hacer incluso hasta gracia si no fuese porque Flandes es una parte muy importante de Bélgica. Y la capital de Europa, Bruselas, es, ante todo, una ciudad flamenca.

Guste o no guste, el laberinto catalán está determinando la política española de cabo a rabo. Fueron los votos de los diputados soberanistas catalanes los que permitieron el regreso del PSOE al poder y provocaron la jubilación anticipada de Rajoy y su obsesión por judicializar España. Y han sido los sufragios catalanes los que han convertido a Pablo Iglesias, la 'bestia parda' de la derecha española en el vicepresidente 'in pectore' de España, que ya se está preparando para negociar los presupuestos de España en la cárcel con Oriol Junqueras y que también tiene previsto hacer lo propio por teléfono con Puigdemont, el fugitivo de Waterloo. Todo ello con la anuencia de Pedro Sánchez.

Jamás en toda la historia de España, desde Carlos V a nuestros días, los presupuestos se habían negociado en presidio. Tampoco hay constancia de que eso haya ocurrido en ninguna otra nación democrática, predemocrática o incluso paleolítica. En pleno siglo XVI el Gran Capitán hizo famosa su expresión 'en picos, palas y azadones, cien millones'. Naturalmente, ningún tribunal se atrevió a imputarle. Se tragaron su explicación chulesca.

Pero ahora el futuro se decide tras los barrotes de un centro penitenciario controlado por la Generalitat, cuyos dirigentes aspiran a proclamar la independencia, por orden de un juez del Tribunal Supremo, con sede en Madrid. ¿Es posible concebir una situación más absurda o propia de la literatura fantástica?

Lo cierto es que el juez Llanera está cerrado en banda y no piensa dejar en libertad a sus nueve presos hasta que se celebre el juicio.Mientras, hay peligro de conflicto diplomático no ya con Flandes (ya se ha liado) sino con el conjunto de Bélgica. Cuatro siglos después, parece que reverdece el conflicto de Flandes y el levantamiento de su población contra los tercios españoles pagados con oro de América. Parece imposible que eso nos pase en peno siglo XXI. ¡Rajoy se lanzó a la caza de Puigdemont y ha desenterrado el espíritu de Guillermo de Orange!

A su vez, el president Quin Torra se va a Suiza a entrevistarse con la 'fugada' Marta Rovira y para hablar de independentismo en esta extraña Confederación Helvética que no se casa con nadie y que no da puntada sin hilo a la hora de moverse a favor de sus propios intereses.

Este conflicto rezuma teatro del absurdo por todos sus poros. Se lía más y más, semana a semana. Cada vez se adentra más en los páramos del surrealismo. Y mientras, el presidente del PP, Pablo Casado, anuncia que se va a Bruselas (a las instituciones comunitarias) a trinar contra los presupuestos de Pedro Sánchez. Está indignado porque salario mínimo en España pasará a ser de 900 euros. ¡Qué dirán los vecinos holandeses, cuyo salario mínimo es de 1.550 euros!

A su vez, el PP quiere bloquear el Congreso porque con C.s tienen mayoría en la Mesa. ¿Hay quién pueda aportar un gramo de lógica en todo este desaguisado?

PP y Ciudadanos reclaman elecciones cuanto antes. ¿Pero qué pasaría si la izquierda PSOE-Podemos aguanta el tipo y los independentisas siguen teniendo la llave de la gobernabilidad en Barcelona y en Madrid? Del absurdo podría pasarse a la locura. En las últimas generales de 2016, la izquierda y los soberanistas catalanes y vascos sacaron en conjunto poco más de doce millones de votos. Por su parte la suma de PP y Ciudadanos es de once millones rascados. ¿Qué pasaría si esta correlación de fuerzas se mantiene?

Toda Europa contempla boquiabierta este espectáculo, que llegará a su zenit cuando se celebre el juicio contra Junqueras, Forcadell y sus compañeros a principios del año que viene. Les acusan de 'rebelión' , cuya etimología es re-bellum (volver a la guerra) cuando en Catalunya no ha habido ni un muerto. Así lo entendió el tribunal alemán cuando liberó a Puigdemont.

En el banquillo, se sentarán los 'rebeldes' más 'raros' de la historia de las democracias. Son los que mantienen con sus votos en el poder al Ejecutivo que gobierna el Estado que les mantiene entre barrotes. Y con toda Europa escuchando, mirando y tomando nota.

Ni Nerón en su circo romano llegó a tal grado de absurdo político. Al menos, en aquellos tiempos pretéritos, los cristianos que echaba a los leones no eran los que le mantenían en el poder. Los centenares de corresponsales destacados en Madrid para cubrir el evento se lo