En, 2012 Lola Fernández alquiló el local y le cambió el nombre al de ‘Los oficios terrestres’ pero manteniendo el negocio híbrido y ampliando la oferta de libros y servicios. | Jaume Morey

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En 1928, la familia Picornell abrió una barbería en la calle Joan Miró y al poco tiempo Miquel Picornell empezó a ofrecer también el servicio de peluquería para mujeres, la primera de El Terreno, que pronto se convertiría en una parada indispensable para los turistas, que tras pasar el día en la playa se iban a arreglar el pelo. En 1966 Miquel Picornell le cedió el negocio a Xavier Abraham, su sobrino, quien en 1994 introdujo dentro de la propia peluquería algo insólito, la venta de libros de poesía. En 2010, Abraham se jubiló y cerró el negocio, pero en 2012 Lola Fernández alquiló el local y le cambió el nombre al de Los oficios terrestres pero manteniendo el negocio híbrido y ampliando la oferta de libros y servicios. En la librería también se realizan presentaciones de libros y diferentes talleres relacionados con la escritura convirtiéndose así un centro dinamizador.

Abraham recuerda que hasta el momento en que introdujo la venta de libros en la peluquería ésta ya había estado relacionada con la literatura pero de una forma externa, «pues organizaba unas tertulias literarias en un Jazz Club cercano y fue después cuando pensé en introducir una librería especializada en poesía».

Explica que «en 2010 tenía que ceder la peluquería pero en el último momento se rompieron las negociaciones y decidí cerrarla, pero la mantuve en modo exposición; abría las ventanas cada día y la gente podía mirarla desde la calle». Pero asegura que «siempre pensé que habría alguien que captaría la idea, como así fue con la llegada de Lola Fernández, con la que tengo una relación muy cercana y yo me sigo sintiendo aquí como en mi propia casa». Admite que «su idea de negocio es la misma que la mía pero personalizada». La librería, apunta, «tanto antes como ahora ha sabido captar nichos en los que había un vacío y es alternativa».

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El propietario explica que el negocio vive de ambas actividades, la peluquería y la librería, «con las dificultades que tienen ambas», pues «la locomotora es precisamente la singularidad del negocio y el servicio de calidad que se ofrece». En cuanto a los clientes, comenta que «al principio pudo haber algún rechazo, pero fue fantástico ver la naturalidad con que los clientes de la peluquería venían y los de la librería lo mismo. En poco tiempo se creó una simbiosis y hubo clientes de la librería que se hicieron clientes de la peluquería y al revés».

Bromea al afirmar que «siempre he pensado en la cantidad de corbatas que se han dejado de vender, porque muchas mujeres venían a la peluquería para ir a una celebración y de paso compraban un regalo en la librería».

Abraham nació en El Terreno y por eso nunca quiso vender el local, «siempre he pensado que este comercio era un poco un faro para el barrio. Manteníamos las luces abiertas hasta la una o las dos de la noche porque consideraba que la luz que dábamos a la calle tal vez era la única que había en 200 metros; de alguna manera éramos y somos un faro en El Terreno».