Forn de la Concepció. | Jaume Morey

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Los orígenes del Forn de la Concepció se remontan al año 1902, aunque no siempre ha tenido el mismo nombre; al principio se llamaba Panadería Juan Roca. La propietaria actual María Sureda cuenta que su marido lo compró en 1970 y decidieron cambiarle el nombre. Aunque su marido Juan Isern lo compró en 1970, conocía a la perfección este establecimiento, ya que trabajaba en él desde que tenía 16 años. Su fundador, vio en Juan Isern unas cualidades muy buenas para llevar adelante este negocio y se lo ofreció; además, le dio facilidades para que se lo pagase poco a poco.

María cuenta que cuando su marido aceptó comprar el negocio, sus conocidos aseguraban que se había vuelto loco. Sin embargo, el tiempo le dio la razón y en un año lo pagaron; a los dos años abrieron otro establecimiento en la Plaça Barcelona. No obstante, precisa que los comienzos no fueron fáciles y asegura que los domingos, el día que más se ganaba, hacían una caja de 100 pesetas. Pese a ello, precisa que «en aquellos tiempos ganabas dinero y te cundía; ahora ya no cunde como antes, se trata de sobrevivir».

Una de las primeras decisiones que tomó Juan Isern fue la de cambiarle el nombre a la Panadería Juan Roca, que pasó a llamarse Forn de la Concepció, por la calle en la que se encuentra. Al principio mantuvieron la fabricación de cocas de patata y pan, pero al año contrataron a un pastelero y fueron aumentando la producción.

María recuerda que los inicios fueron muy duros, porque ella estaba en casa con sus tres hijos, pero pasaba por el horno para ayudar y llevaba la contabilidad.

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La llegada del pan congelado y las grandes superficies supusieron un varapalo para este negocio familiar.

Afortunadamente, el Forn de la Concepció ha logrado mantener a sus clientes de toda la vida. Algunos incluso vienen de otras zonas de Palma para comprar principalmente pan; su producto estrella es el pan moreno.

La segunda generación ya está al frente del negocio; su yerno, su hijo y su hija han tomado las riendas. Todos ellos siguen las recetas tradicionales.

María se emocionada cuando intenta explicar lo que significa el Forn de la Concepció para ella: «A mí me da la vida». En este sentido, narra que va cada mañana a tomar el café a primera hora; hace 15 años abrieron la cafetería. Además, ofrecen un plato del día y ella misma se encarga de ir a comprar los productos, siempre mallorquines y de buena calidad; su hijo Juan Isern sigue sus recetas y ella le ayuda cuando lo necesita. En este punto, sostiene que la diversificación del negocio es lo que les ha permitido aguantar.

María concluye que el esfuerzo y el trabajo muy duro han tenido su recompensa y Cort los ha distinguido como uno de los establecimientos emblemáticos de la ciudad. La exposición itinerante que ha realizado el Consistorio le gusta mucho, porque los da a conocer un poco más.