El colmado La Montaña fue fundado en 1941 en la calle Jaime II. En 2001 la tienda fue traspasada a Mateu Fiol y en 2012 paso a manos de Mateu Pons, propietario de la marca Mallorca Delicatessen. | M. À. Cañellas

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El colmado La Montaña fue fundado en 1941 por Francisco Miralles en el mismo lugar donde está en la actualidad, en la calle Jaime II. Hasta el año 2001 permaneció en la familia, primero con Francisco y después con su hija Isabel. En 2001 la tienda fue traspasada a Mateu Fiol y en 2012 paso a manos de Mateu Pons, propietario de la marca Mallorca Delicatessen, de productos autóctonos y naturales, como aceite, mermelada, alioli o sobrasada, que vende en La Montaña y en otras dos tiendas con las que cuenta en Palma, explica Amparo Díez, directora comercial de la empresa.

Francisca Alemany es una de las personas que mejor conoce La Montaña, pues lleva 33 años trabajando en el comercio y lo ha visto evolucionar. Recuerda que «en su origen era más charcutería, ya que no existían muchos de los productos que hoy tenemos» y tampoco estaba enfocado al turismo porque aún no se había dado el boom turístico en Mallorca, pero en la actualidad el turista supone el 98 o 99 % de la clientela. El actual propietario le dio un cambio radical al comercio y lo convirtió en una tienda de productos delicatessen, «pero sin perder el encanto de la tradición y manteniendo la esencia», asegura Díez. La evolución de colmado a tienda delicatessen ha sido imparable, explica la directora comercial, «pero plasmamos a través de nuestros productos la tradición y la historia de los productos mallorquines. Es verdad que en los últimos tiempo han abierto algunos negocios de este tipo en la ciudad, pero Díez asevera que la clave del éxito «es mantener la tradición y la cultura de los productos mallorquines a través de nuestra marca y tratar muy bien al cliente».

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El extranjero –resalta Díez– «cada vez viene más informado sobre la gastronomía local y quiere producto autóctono, quiere aceite, alioli, sal, miel, licores o sobrasada, que es nuestro producto estrella». Al respecto, aclara que «según la nacionalidad la sobrasada tiene más aceptación o no. Al alemán, por ejemplo, no le gusta porque no le agrada el producto blando, pero sí el embutido duro. Pero al sueco, holandés, francés o italiano sí les encanta la sobrasada».
Los días que llegan cruceros a Palma, reconoce Díez, «son días de mucha afluencia de gente pero no de calidad de turista». Confirma que «en los últimos dos o tres años se ha notado una bajada del poder adquisitivo del turista. Antes cuando venía un crucero no dábamos abasto, de eso hace solo dos o tres años».

También tiene un papel importante el turista peninsular, «al que le gusta mucho la sobrasada, y nosotros hacemos una sobrasada única, a partir del cerdo autóctono que vive en libertad y que come lo que encuentra en el campo; está hecha solo de un cerdo y viene directamente del secadero aquí», explica. En cuanto al mallorquín, entiende que consume menos en este tipo de tiendas «porque puede hacer estos productos en su casa o conoce a quien se los puede hacer», pero, añade, «le encanta que le regales este tipo de productos».