Catalina Soler durante su intervención en el Senado.

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La Villa y Corte es un manojo de nervios a causa del conflicto catalán. A las andanzas de Puigdemont viene a sumarse ahora el malestar vasco, que va creciendo de manera cada vez más sonora. El PNV ha mostrado su indignación porque TVE retransmitió en directo la surrealista presentación del cómico Albert Boadella como nuevo líder de Tabarnia. Todo un despropósito provocador madrileño de los pies a la cabeza, reflejo de un oficialismo capitalino que ve cómo se le encabrita la periferia y no sabe cómo reaccionar.

En este contexto nervioso, la lió Cati de Felanitx. La senadora Catalina Soler no tuvo otra idea que espetarle «Ses Illes són meves, no seves!» a Bernat Picornell, al senador catalán de Esquerra Republicana que se limitaba a defender con bonhomía los descuentos aéreos para Menorca y que se controlasen los precios de los billetes. Cati cargó a lo Cid Campeador en plena cámara alta y a la brava. Picornell hablaba en nombre de Més per Menorca, que le había hecho el encargo. Pero Soler interpretó este cometido como una para ella inadmisible intromisión de un independentista catalán en los asuntos menorquines. Le salió del alma una frase rancia, eso sí, pronunciada en perfecto catalán de Felanitx y justo al lado de la Plaza de la Marina Española y cerca del Palacio Real. Tal contradicción subconsciente sólo es comprensible desde la perspectiva voluntarista de querer agradar a sus jefes populares capitalinos, que no saben cómo resolver la crispación periférica.

En el conjunto de Més, sobre todo entre los menorquines, había este miércoles mucho malestar. La tensión era enorme en su grupo parlamentario en la calle Palau Reial de Palma. La embestida de Soler llega un día después de la refriega entre el popular Antonio Gómez y la ibicenca de Més Fanny Tur por el aplauso a Carme Forcadell en el Teatre Principal en la Nit de la Cultura. Todo indica que la hipertensión madrileña puede incluso contagiar a las Islas de la Calma y echar por la borda su tradicional flema y sentido irónico de la vida. Parecía imposible, pero a este paso los castellanos recios van a lograr sacar de quicio a los isleños mediterráneos.

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Cati Soler tal vez haya cosechado parabienes y felicitaciones de senadores madrileños, manchegos o leoneses del PP (además de José Ramón, obviamente). Pero este tono de desprecio hacia los catalanes en plena capital jamás había concordado con el estilo balear. Antes a Madrid se iba a reclamar mejoras para el Archipiélago, a luchar por un régimen especial digno o a pedir con insistencia una financiación justa. No a machacar catalanes peleados con el Paseo de la Castellana por un pleito que dura tres siglos.

Para estos menesteres de echar pestes contra el Llobregat, el PP tiene material humano de sobra y de primer nivel peleón desde el sur del Duero al norte del Guadalquivir. En Felanitx no se emocionan con el anticatalanismo de peineta y falda de topos lanzado a los cuatro vientos de los madriles. Y menos en el asunto de Picornell, que se limitó a exigir ¡un descuento y control de los precios justo para los menorquines!

Sería bueno que los parlamentarios baleares, sean del partido que sean, no olvidasen que en Madrid se defienden los intereses del Archipiélago. Sería interesante que recordasen cada segundo de su paso por la Plaza de Oriente que Baleares aporta mucho más de lo que recibe al Ministerio de Hacienda desde los tiempos del can-can. Y que procurasen no alinearse en trifulcas capitalinas en sus conflictos con la periferia. Porque (y eso es ley histórica) tarde o temprano, Madrid y Barcelona volverán a entenderse. Pero para los isleños, como siempre per sécula seculórum, sólo quedará la perra gorda.