Jesus Gonzalez.Foto Bota

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Jesús González, profesor del Departament de Geografia de la UIB, ha presentado el libro 'Les ciutats de les Balears. Processos d’urbanització i urbanisme'. La obra es un estudio del proceso de urbanización de las principales ciudades de Balears desde el siglo XIX hasta nuestros días, en pleno debate sobre el modelo territorial.

¿Damos por cierto que Mallorca es el área metropolitana de Palma?
—Sí, y es así desde los años 70, cuando la modernización de la red viaria reduce las distancias y empequeñece el territorio. Se puede hacer una promoción de viviendas en Inca y ser ocupada por palmesanos a precio de Palma, no de Inca. Pero ahora, con la globalización, Mallorca es área metropolitana de cualquier ciudad alemana. Igual que un madrileño tarda dos horas en irse a la sierra en coche, un alemán tarda dos horas en venir a Mallorca en avión.

Todo eso ha tenido consecuencias en los precios.
—Sí, y en la distribución de la población. En los años 80, existían en Palma barrios degradados que llegaron a tocar fondo. Por ejemplo, sa Calatrava. Los propietarios mallorquines vendieron inmuebles abandonados o degradados de sa Calatrava a los alemanes pensando que hacían un gran negocio. Al final fueron los alemanes los que hicieron el negocio. Pero también en los 80 se ponen en marcha iniciativas pioneras como los planes especiales de reforma interior -PERI- para evitar esos procesos de degradación en el Puig de Sant Pere, sa Calatrava, sa Gerreria o es Jonquet. De hecho, el PERI del Puig de Sant Pere fue el primero de España.

Y llegan la gentrificación y el encarecimiento.
—La gentrificación es un concepto que nace en Nueva York en los 80. En Palma, la gentrificación es turística. El centro se convierte en un parque temático, un objeto de consumo turístico. En el centro tiene que vivir gente, con heterogeneidad socioeconómica y ocupando los espacios públicos. Lo contrario es muy negativo. Nadie duda de que el centro de Palma es excepcional y que ofrece un indudable interés turístico, pero otra cosa es que se convierta en una zona absolutamente homogénea cuya único sentido sea turístico.

El centro de Palma es excepcional, pero no se puede decir lo mismo del Eixample.
—No es un Ensanche de calidad. Para empezar, es tardío. Las grandes ciudades de España inician sus ensanches en la segunda mitad del siglo XIX, mientras que el de Palma se inicia tras el derribo de las murallas, con el Plan Calvet de 1901. No ocurre como en Barcelona, donde la burguesía se instala en el ensanche y le da prestancia con sus edificios. En Palma, prefiere mantenerse en el centro y en el Eixample se instala la población obrera que trabaja en las industrias, que a su vez han ocupado otras zonas del centro como sa Gerreria. El Eixample de Palma es pobre, con alguna excepción como Blanquerna, y crece muy lentamente y de manera desigual. En cambio, en Madrid, Barcelona o San Sebastián crece un ensanche de calidad arquitectónica y urbanística. La burguesía barcelonesa se anima a invertir en el ensanche. La palmesana no lo tiene tan claro, al menos en un principio.

Al final, el Eixample palmesano se concentra en torno a ejes que eran las antiguas carreteras.
—Es que, de hecho, el Eixamplede Palma es el único radioconcéntrico de España. Calvet se inspiró en el plan Haussmann para París y, tal vez, en la propuesta de Rovira i Trias para Barcelona, que perdió frente al Plan Cerdà.

¿Qué se puede decir de los planes posteriores?
—El Plan Alomar de 1943 abarcó toda la ciudad, con grandes actuaciones como Jaume III y el Mercat de l’Olivar. Después llega el Plan General de 1963, muy desarrollista. El posterior de Ribas Piera desarrolla zonas educativas en Son Rapinya, sanitarias en Son Dureta, industriales en Son Castelló y turísticas en s’Arenal, El Terreno y Cala Major. El plan de 1985 apuesta por las rehabilitaciones ya comentadas.

¿Qué podemos predecir para el futuro?
—Si no cambian las cosas, estamos viendo una ciudad demasiado desigual socialmente y, por tanto, urbanísticamente. De momento, es predecible un abandono del centro histórico como primera residencia de uso diario. Si se convierte en un simple escenario turístico y de segundas residencias, sería terrorífico. Antes, ningún hotelero se interesaba por el centro, donde sólo había algunas pensiones. Ahora se hacen muchos hoteles en el centro. Pero no todo es negativo. Hace unos años, los debates se centraban en las zonas naturales y el suelo rústico. En la actualidad, la ciudad y el modelo urbano se han incorporado a los debates. Eso es positivo.

¿Posibles soluciones?
—Un planeamiento valiente con ideas como gravar la vivienda desocupada que no esté en el mercado, las expropiaciones de uso o, como se hace en Berlín, fijar por zonas precios máximos de alquier. Son sólo ideas. La solución es complicada.