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Este enero de 2018 se cumplirán 35 años de un triste y ordinario enterramiento en el cementerio de Palma. Una mujer había muerto en noviembre pasado, y como nadie se había interesado por su cuerpo ni identidad, se tomó la decisión de enterrarla en la fosa común. Nadie veló su cuerpo, nadie la acompañó en su último vuelo. En el féretro tampoco había inscripción alguna, ni placa en el terreno.

Aquella mujer desconocida había fallecido por una infección pulmonar derivada de la mordedura de un perro, de la que había rehusado tratarse. Se sabía que era extranjera, pero nada más. Ella había informado a las autoridades de su residencia en Mallorca, pero un error burocrático impidió que su muerte llegara a conocimiento del Gobierno de su país. Cinco años después del deceso, uno de sus sobrinos se desplazó a Mallorca para saber de su tía.

Los familiares elucubraban con la posibilidad de que, al igual que la popular aviadora norteamericana Amelia Earhart, la mujer hubiera desaparecido durante un vuelo arriesgado a los mandos de un monoplaza. Tras largas pesquisas, el sobrino logró la información y el certificado de defunción de su tía, la aviadora de fama y reconocimiento mundial Jeane Gardner Batten, más conocida por ‘Jane’.

Jane había tomado la firme decisión de dejarlo todo para vivir en el más absoluto anonimato. Se trasladó a Mallorca y vivió en Palma, en un pequeño apartamento alquilado en la zona de Génova, hasta que le sobrevino la muerte. Tenía 73 años.

Volar, sólo volar
Jean Batten había nacido en 1908 en Rotorua, Nueva Zelanda. Sus padres eran un cirujano dental y una actriz. Resueltamente apoyada por su madre, una feminista convencida, Jane se propuso competir con los pájaros cuando, con sólo 10 años, presenció una demostración aeronáutica.

A partir de ese momento volar fue su única meta. Su ‘bautizo’ en los aires tuvo lugar en 1930. Dos años después consiguió la autorización para manejar aviones privados y comerciales.

En su mente una obsesión: mejorar la gesta de la australiana Amy Johnson que, en 1932, voló de Inglaterra a Australia en un tiempo considerado, hasta entonces, récord. Dos años después, Jane realizó la misma travesía en 14 días y 22 horas; 4 días menos que Amy.

En 1935, con el dinero que había ahorrado, compró un monoplaza con el que se convirtió en la primera piloto del mundo en cubrir el trayecto de Inglaterra a Brasil cruzando el Atlántico Sur.

Ahora hace 35 años que enterraron a Jane en la fosa común. Su memoria, sin embargo, fue recuperada: en agosto de 2009 Cort le dedicó una calle, y una placa de cobre la recuerda allí donde fue enterrada en el cementerio de Palma.