José Ramón Bauzá y Aina Aguiló. | Teresa Ayuga

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Infinidad de militantes del PP repetían este viernes la misma frase: «Basta de guerra sucia». Los intentos desesperados por intentar sacarle supuestos trapos sucios a Biel Company llegaron hasta la filtración al poderío digital madrileño de una multa impuesta a Company hace una década, cuando no era cargo político, por haber pegado a un menor en una trifulca con sus hijas cuando presidía Asaja. Bauzá le hizo conseller sabiéndolo. Y no pasó nada.

«¡Basta de puñaladas traicioneras! ¡Basta de instinto de autodestrucción!», claman muchos militantes, ya que «a este paso la izquierda volverá a ganar las elecciones sin dar palo al agua. ¿ Por qué somos incapaces de desarrollar un proceso de primarias sin fair play? ¡El PP no necesita adversarios, nos bastamos nosotros mismos!». Por primera vez en meses este viernes se respiró depresión, tristeza y rabia en las filas populares.

Naturalmente, nadie se cree que estas filtraciones sean fruto del azar, ni de que el Espíritu Santo se haya hecho de Podemos. «De estas cuchilladas por la espalda sólo hay un beneficiario, y se llama José Ramón». Pero una cosa es decirlo y otra probarlo. El entorno de Bauzá niega por activa y por pasiva que su jefe tenga nada que ver con estos torpedos dirigidos a la línea de flotación de Biel Company que, de momento, han estallado antes de tiempo: más ruido que nueces.

Mas el principio romano 'Qui prodest' (a quién beneficia) se repite una y otra vez en la amplia y gruesa masa regionalista que ha cerrado filas con Company (o contra Bauzá, según se mire).

De todas formas, José Ramón sabe levitar, cual murciélago espabilado, y situarse por encima del hondo barro de la marrullería histérica. No se mancha los zapatos. Alardea de tacones relucientes del más fino y rancio madrileñismo. Deja, al parecer, que sea la «casualidad» la que filtre estas supuestas miserias de su adversario. Este drama colectivo ha entrado en el terreno de la nebulosa, de las intuiciones tras cortina chinesca, del juego de adivinanzas.

¿Pero a quién beneficia este baile de San Vito? ¿Quién puede arañar votos aprovechando el castañeo de esta noche de Walpurgis? ¿Quién es el Drákula de este peliculón en blanco y negro, lleno de penumbra y de recovecos donde no penetra la luz? Nadie enseña largos dientes caninos ensangrentados. Pero las punzantes mordidas aparecen en el cuello de la víctima. Y un rostro sonríe henchido de placer.

Mas estas Islas son sabias. Demasiado inteligentes. Tienen más años de pasado, historia y sabiduría a sus espaldas que los personajes de Homero. Cuando Madrid era un villorrio, Mallorca ya era un Estado. Aquí el juego sucio se detecta a una legua. En estas Islas luminosas primero se huele y luego se mira. Muy pronto se detecta cualquier agujero negro. Y a menudo las marrullerías se vuelven contra aquel que las promueve, sea quien sea.

Incluso entre personas próximas a Bauzá no han gustado estas últimas fugas fétidas.

En política se gana con mensajes en positivo, no negando al adversario, cuando se trata de compañeros de partido. Porque de este intento de desaguisado lo único que se logra es desprestigiar al conjunto del PP balear en Madrid. Y al final el perjudicado será el Archipiélago, en su totalidad.

Ganar a cualquier precio no es vencer. Es hacer política de tierra quemada. Y eso no beneficia a nadie, y mucho menos a los incendiarios.