Francina Armengol y Biel Barceló. | Jaume Morey

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Lo que empezó como un «golpe maestro» para echar a Xelo Huertas de la presidencia del Parlament, lo cual suponía cien caballos de fuerza para Alberto Jarabo, secretario general de Podemos, se está convirtiendo en una romería que está dejando en ridículo no ya a la Cámara legislativa, sino, poco a poco, al propio Consolat de la Mar.

Cada vez parece más evidente que Jarabo pidió ayuda a Francina Armengol para cargarse a Huertas. También parece incuestionable que consiguió este apoyo. A primera vista, la presidenta del Govern tenía muchísimo que ganar. Un Jarabo dócil, mansurrón y agradecido era garantía de aprobar los presupuestos y de paz parlamentaria. Jarabo necesitaba callicida del bueno para quitarse la molestia Xelo. Y el mejor callicida se expende en la farmacia Passeig Sagrera.

Lo malo es que Jarabo vendió mal la moto a la hora de explicar sus males e implorar remedio de fórmula curativa magistral. Huertas no es un callo, sino una hernia de tomo y lomo. Y la medicina se aplicó mal. El «castañazo definitivo», que debía ser hacer público a toda pastilla la supuesta irregularidad de la troika Huertas-Seijas-Bachiller resultó ser un cohete de feria mojado. Xelo se sintió fuerte. Vio que el golpe había fallado. Metió abogados de por medio y, encima, Pablo Echenique, secretario de organización de Podemos, metió la gamba, y habló de indicios de corrupción. El honor de Huertas quedaba «lesionado». A Xelo le pusieron a huevo la resistencia tanto jurídica como política. Encima, los veteranos del PP, curtidos en mil batallas, se olieron la jugada, protegieron a Huertas y se han lanzado a tirarle coñas a Armengol.

Y pasa el tiempo y Xelo no se va. El último ridiculo fue hace unos días cuando en pleno debate final de los presupuestos, Jarabo llamó a los periodistas en el Parlament y proclamó que Madrid había ratificado la expulsión de Xelo con la misma vehemencia que si hubiera descubierto Amércia desde el palo mayor de la Santa María. Movió a la carcajada mientras en el interior de la Cámara se debatían las cuentas públicas.

Fue demasiado para Armengol, harta ya de tanto ridículo. Lo malo es que dentro del PSIB-PSOE ya se han captado las claves internas del sainete. Cabe recordar -y eso vuelve a tener mucha importancia- que Francina dejó fuera del Consolat a parte de su núcleo duro de Mallorca, el que la ayudó de manera decisiva en la victoria de las primarias contra Calvo en 2014. Unos fueron destinados al Consell y otros quedaron semicongelados en el Grupo Parlamentario, incluso alguno marchó al Congreso.

Francina rectificó parcialemente y tras el festival PSM menorquín recuperó a Pilar Costa, núcleo duro ibicenco. Pero sus antiguos pretorianos mallorquines, los que laminaron a Aina Calvo, están lejos del Consolat. Para algunos, eso empieza a notarse. Los efectos colaterales de la última superproducción de la Jarabo Goldwin Mayer lo demuestra.

Se comenta que Francina trabaja muchísimo, que está en todas las reuniones y participa en la elaboración de las jugadas tácticas. Pero tanta entrega a corto plazo limita la visión estratégica de la acción de gobierno, la lucidez de elegir siempre el rumbo correcto desde el puente de mando. Más estrategia en las alturas y más trabajo de pizarra en los movimientos tácticos habría aconsejado una mayor distancia (al menos formal) respecto a la purga Huertas-Seijas-Bachiller. Alejarse con habilidad y veteranía de esta tragicomedia de cainismo podemita, de novatos de la política, era la línea correcta.

No ha sido así. Y el PP se aprovecha. Para ellos Jarabo es ahora un «afrancinado», mientras sus expertos van añadiendo argumentos para que Xelo Huertas no pueda ser descabalgada de la presidencia del Parlament y se mantenga allí arriba dirigiendo la Cámara cual estátua del honor.

El PP sabe que si no pueden echarla, la legislatura queda averiada y, en parte, desprestigiada.

Con Francina con los pies mojados precisamente por no haber sabido tomar altura en el momento apropiado y dejar con mano izquierda que los podemitas se cocieran ellos solos en su propia salsa.