Cada ‘sitja’ produce una tonelada de carbón. g Fotos: V.P. | V.P.

TW
0

El tradicional oficio de carbonero no muere, al menos por el momento. La persona que lo ha mantenido vivo durante los últimos tiempos en Menorca, Vicent Pons, se jubila, pero su yerno, Sebastià Ametller, toma el relevo después de haberse formado a su lado durante años. Así, las sitges de carbó (carboneras) seguirán humeando gracias a este negocio familiar, el único en Balears que se dedica a producir carbón vegetal según las antiguas costumbres, relata Pons.

En una actividad programada por el Parc Natural de s’Albufera des Grau, el carbonero ofreció la semana pasada una demostración de su oficio. El mensaje que trasladó es sencillo: no se trata solo de recuperar una actividad profesional en vías de extinción, sino de mostrar que de este trabajo «se puede vivir».

Y es que en Llenyes Vicent no hay excedentes de carbón. «No damos a basto», asegura el experto carbonero, quien reconoce que gran parte de sus ventas están destinadas a negocios de restauración, ya que al parecer se trata de un tipo de combustible que va muy bien para las barbacoas.

Producción

Resulta difícil calcular los kilos de carbón que produce en un año, pero en resumen sus cuentas son las siguientes: con cuatro toneladas de leña, principalmente lentisco, se obtiene una de carbón, y a lo largo de un año se suelen hacer entre 20 y 25 carboneras. «Es un oficio que me gusta y es que para vivir de él tiene que gustarte: es duro, te ensucias, te deja negro, pero tiene su encanto», relata Pons.

Aunque lo más duro no es eso, sino que una vez que se prende una carbonera hay que estar vigilándola, noche y día, hasta que termina, aproximadamente unos seis días, aunque todo depende del viento.