Mariano Rajoy. | Tarek

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El círculo se está cerrando. Desde el golpe de mano interno contra Pedro Sánchez, el PP, con Rajoy a la cabeza, se ha hartado de decir que «no hay condiciones para que el PSOE se abstenga en la investidura. Lo importante es que España tenga Gobierno». Tal magnanimidad huele cada vez más a formidable trampa. Huele a crear las condiciones objetivas para que la ciudadanía se crea que habrá terceras elecciones por culpa de los socialistas cuando la cuerda se rompa en el último momento, el próximo lunes, día 24. La jugada está milimetrada. Vienen por delante una decena de días de bonhomía pepera, de llamadas al entendimiento, a la cordura y el sentido común para que se forme «ya» el Ejecutivo. Saben que tal posicionamiento aparentemente tan manso enerva a las bases socialistas, que trinan por la decapitación de Sánchez. El PP espera con avidez la reunión-terremoto del comité federal socialista del próximo día 23, domingo. Será el Día D de la estrategia Rajoy.

En la calle Ferraz van a saltar chispas, rayos y centellas el 23. Cuando eso ocurra, y aunque el pobre Javier Fernández logre imponer que once socialistas se abstengan en la investidura, después saltará Rajoy para decir: "El PSOE no es de fiar. Declino presentarme a la investidura porque la legislatura sería un desastre. El partido socialista está fuera de control» . Sonará así el clarín de las terceras elecciones, en las que el PP sale como indiscutible caballo ganador, entre otras cosas porque a ojos de la gente «habrá hecho lo imposible por evitarlas». Y la imagen del PSOE quedará como la del provocador de los indeseados comicios por su histeria interna. Será el remate de la jugada de Moncloa. Rajoy habrá conseguido volver a las urnas haciendo parecer lo contrario. Se hará la víctima, riendo por dentro.

Hasta Zarzuela se lo huele. Por eso Felipe VI ya ha llamado a consultas a los líderes de los partidos para los próximos días 24 y 25. Así nadie podrá decir que la Corona se ha desentendido y no ha hecho todo lo posible para que se formase Gobierno cuando ya suenen los clarines de la tercera convocatoria.

Mientras, la revuelta interna socialista prosigue, intensa y cruel. La llamada del alcalde de Jun (Granada), José Antonio Rodríguez, para que se presenten firmas de militantes exigiendo un congreso extraordinario y urgente, poniendo contra las cuerdas a la actual y frágil gestora, ha tenido «un éxito espectacular», según fuentes del PSIB. Se habla de que en sólo una semana ha cosechado el 70% de los apoyos necesarios para que la gestora se vea obligada a convocar este congreso (con el probable regreso de Pedro Sánchez). Se dice que ya cuenta con 60.000 firmas de afiliados, «Es una barbaridad, es el partido en pie y movilizado, hay mucha gente trabajando en toda España detrás del alcalde de Jun para lograrlo», se comenta en el PSIB.

Aunque nadie da directamente la cara, fuentes socialistas aseguran que nueve de cada diez afiliados socialistas de Balears han firmado a favor de este congreso. También se habla de ocho de cada diez militantes del PSC. «Incluso en Andalucía la movilización es máxima», señalan estas fuentes. Al preguntarles por el hecho de que esta embestida beneficia las intenciones ocultas de Rajoy, responden que «lo evidente es que si el PSOE se abstiene y mantiene a Rajoy, el PP será más fuerte y los socialistas más débiles. Con otros comicios, ya veremos». Aceptan el envite.

Moncloa está perfectamente informada de la movida. ¿Qué hará el gestor-jefe Javier Fernández si el día 23 le restriegan por la cara 90.000 firmas de militantes socialistas (la mitad más uno del partido), suficientes para que la gestora se vea forzada a convorcar el congreso urgente? ¿Mantendrá la abstención a Rajoy? Si lo hace, será a la desesperada, a empujones y entre gritos. Le servirá en bandeja a Mariano la frase del año: «El PSOE no es de fiar». Será su frase más famosa desde el impresionante «Luis sé fuerte» del 2013.

Mientras, entre los socialistas que le están echando el pulso a la gestora impuesta por Felipe González, Rubalcaba y Susana Díaz ya suenan los nombres del posible candidato a presidente del Gobierno en las terceras elecciones del 18 de diciembre. El favorito es Ángel Gabilondo, pero también los hay que apuestan por Josep Borrell, que ha ganado muchos puntos tras su famosa frase «Podemos son nuestros hijos».

Entre tanto, y a la espera del día 24, el PP sigue a pies juntillas la consigna de Rajoy: máxima moderación, máxima candidez y ternura ante la propuesta abstencionista de la gestora del PSOE e incluso insinuaciones de que ya trabajan en el discurso de investidura. Por debajo son otras la cuentas que hacen: alcanzar los 160 diputados el 18-D y formar Gobierno sin agobios con los restos desguazados de Ciudadanos, que recibirá un palo tremendo y acabará convertido en satélite de los populares.

La segunda consecuencia del 18-D, que produce auténtico placer en el PP, es el sorpasso. Con Pablo Iglesias como jefe de la oposición el PP se asegura el poder durante una década, como mínimo. El discurso del «o nosotros o el caos» les funcionará a las mil maravillas. Ahora hay que esperar unos días de mano tendida del PP a la gestora del PSOE, todo un hábil e inteligente caramelo envenenado, Todo un «que no se note, que no nos calen», toda una sutil trampa para tensionar y encender mucho más a las bases socialistas, cuya guerra interna se hace explosiva.