Biel Company. | Jaume Morey

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Al PP balear le viene como anillo al dedo el famoso proverbio árabe: «Siéntate en la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo». Después de la sonada derrota del año pasado, donde pasaron de 35 diputados a sólo veinte; después de la posterior rebelión de los regionalistas contra José Ramón Bauzá, que fue chutado hacia Madrid; después de follones siderales como la dimisión de José María Rodríguez en medio de una investigación judicial, y después de sonadas destituciones y dimisiones, como la del secretario general, Andréu Ferrer, o el presidente del comité de Garantías, Antoni Deudero, lo cierto es que la calma y la sonrisa han vuelto a Palau Reial. La política es así. No hay como un buen terremoto con epicentro en el corazón de la competencia para levantar ánimos y alegrías íntimas. El cacao del PSOE en Madrid, con la decapitación de Pedro Sánchez y el hecho de que Francina Armengol haya quedado del lado del bando perdedor en la trifulca intestina socialista ha levantado la moral de los populares.

Tal chute de optimismo fue visible en la reunión que mantuvo su junta directiva y su comité de dirección hace unos días. Fue poca gente. Este partido sigue en letargo. Pero los que asistieron estaban con una sonrisa de oreja a oreja. Esta euforia contenida va en aumento. Y en privado hay risotadas. Aprueban «la grandeza» de Rajoy, que ha dicho que no podrá condiciones a los socialistas. Pero en privado señalan que «menudo leñazo se pegaría el PSOE si hubieran terceras elecciones, siempre que pareciese que la convocatoria es culpa de los socialistas. «Y encima habría sorpasso». El PSOE, y «también el PSIB a la larga, quedarían fuera de juego».

En este contexto, se espera que pronto Biel Company comience a dar los primeros pasos de cara al congreso balear. Las cosas podrían acelerarse si Rajoy es investido presidente este mismo octubre en olor a multitud y con parte del PSOE postrado a sus pies. Company es el mejor situado pero tiene que espabilar antes de que le monten un contubernio madrileñista a sus espaldas con focos de influencia en Calvià y algún otro término muy próximo a Palma. Además, el rodriguismo aún se encuentra en estado de shock, pero no está finiquitado. Por tanto, el que se mueva ahora con tacto, habilidad y cierta rapidez en una coyuntura de optimismo como la actual. «tendrá mucho ganado».

Hay que pensar que el secreto de Rajoy es «dejar hacer hasta que se estrelle el que se ha de estrellar y suba el suflé del que sepa trabajar mejor como jefe de cocina». La correlación interna del PP balear hacia el próximo congreso dependerá de las iniciativas que surjan en su propio seno, porque Madrid no moverá un dedo por ningún bando. Sin embargo, no hay que olvidar que el acoso y derribo de Sánchez quedó determinado por la mayoría absoluta que obtuvo Feijoo en Galicia con una campaña electoral regionalista, galleguista, poniendo a su comunidad por encima de todo, prescindiendo de siglas y reduciendo al mínimo la presencia e importancia de los jefes madrileños. Rajoy ha tomado buena nota del estilo de este éxito: «siempre en positivo mirando de cara a la gente. Nada de dramas ni de panoramas negros. Nada de crispaciones ni enfrentamientos. Así ganó Feijoo».

Esta es un arma que Company sin duda aprovechará. El madrileñismo da el pego en algunos actos internos, entre asistentes de alto voltaje, pero no tiene la capacidad de captación de votos de un regionalismo inteligente, «siempre que no sea ni cobarde ni timorato». De Company y los suyos depende salir pronto del parapeto. A la ocasión la pintan calva y éste es su momento.