Dos docenas de buques fueron hundidos entre junio y septiembre por los ‘U-Boot’ alemanes cerca de las costas. | Youtube

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Hace justo un siglo que el Mar Balear era un escenario de primer orden de la Gran Guerra, y eso que se trataba de una zona de exclusión. Un total de veintiocho barcos reposan frente a las costas de las Islas, hundidos por la acción de los submarinos alemanes para cortar los suministros a los países aliados; sólo de junio a setiembre fueron abatidos veinte. Los barcos procedían en la mayoría de los casos del norte de África. Las acciones bélicas se extendieron también frente a las costas catalana y levantina.

«El contrabando de guerra facilitó el desplazamiento del conflicto hacia el Mediterráneo occidental, una zona en la que Alemania no tenía ningún aliado. Sólo March les podía ayudar», asegura el historiador Pere Ferrer, que ha estudiado en profundidad el papel del financiero mallorquín durante la contienda.

El papel de March es determinante para entender qué sucedió entre los meses de mayo a septiembre de 1916, meses en los que la acción de los sumergibles alemanes era casi diaria, toda vez que el magnate mallorquín «suministraba combustible en alta mar, a través de sus barcos de la Isleña Marítima, a los submarinos, mientras que con las barcazas de contrabando les acercaba agua y alimentos en las inmediaciones de las islas de Dragonera y Cabrera», apunta Ferrer. Unos servicios que, como es lógico, le generaban pingües beneficios al magnate y le garantizaba la inmunidad de sus barcos que traficaban tabaco desde Orán. Sin embargo, no tardaron en llegar los problemas.

El papel de March había generado las suspicacias de la armada gala, que denunció la situación a sus aliados británicos. Desde el Almirantazgo se presionó tanto a March como al Gobierno español para que cesase la colaboración con Alemania ya que vulneraba la neutralidad de España en la Gran Guerra. El protagonista, como es obvio, negó cualquier tipo de implicación a pesar de que eran conocidos sus contactos con el vicecónsul alemán en Palma.

El Gobierno reaccionó con la expropiación de Cabrera, pero March no cejó en su empeño de obtener rédito de la situación y decidió ofrecer sus servicios a los dos bandos, entre otras razones para poder liberar parte de la flota que le había inmovilizado Gran Bretaña en Gibraltar.

Este cambio de estrategia es perceptible a partir del mes de octubre de 1916, cuando comienza a caer el número de acciones de los submarinos alemanes, de cuyas rutas y ubicación informaba con detalle a Londres. Mientras, March sigue avituallando de víveres y combustible por medio de sus barcos nodriza a los submarinos alemanes que recalaban cerca de Balears, «un doble juego del que creo que tanto Alemania como Gran Bretaña era conocedores», apunta Pere Ferrer.