Francina Armengol durante la ejecutiva de este lunes. | Jaume Morey

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Para los socialistas baleares, los resultados de las elecciones son más que aceptables. «Hemos resistido y mantenido los dos diputados. No era fácil». Había temor en la calle Miracle, aunque no lo confesasen. Una barrida de Units Podem Més, tal y como vaticinaban las encuestas, y la pérdida de uno de sus dos diputados, «hubiera sido durísimo de cara al mantenimiento de la estabilidad en el seno del Govern balear». Esa era su máxima preocupación: el debilitamiento del Consolat, la tensión interna dentro del pacto de izquierdas con visos de convertirse en irrespirable. No ha sido así. Francina Armengol era el domingo por la noche mucho más presidenta balear que un día antes.

El PSIB-PSOE es un partido acostumbrado a sufrir. Ha soportado embates de enorme calado, sobre todo internos, ya desde los años ochenta, cuando Joan March fundó la corriente Socialisme i Autonomia, matriz de la actual estructura de la formación. Una estructura que muchos han intentado destruir. La clave del actual PSIB, de su inquebrantable voluntad de resistencia, se produjo en 1998 cuando contra todo pronóstico Francesc Antich ganó las primarias internas enfrentándose a Margarita Nájera y sus satélites de pensamiento guerrista. Un año después, Antich alcanzaba por primera vez la presidencia del Govern. A partir de entonces el PSIB-PSOE ha soportado derrotas y alcanzado victorias, ha demostrado una inquebrantable voluntad de pacto y diálogo y en la actualidad ostenta el mérito de encabezar, de nuevo, el Consolat.

La clave es su aparato, bien distribuido en la Part Forana mallorquina y manteniendo una alianza férrea con sus compañeros de las Pitiüsas. Este aparato demostró una vez más su lealtad y capacidad de movilización y de trabajo en las primarias de 2014, cuando el embate de la superficial Aina Calvo, centrado sobre todo en Palma, amenazaba una vez más con romper esta capacidad de resistencia con una nueva ofensiva de egos personales y ambición desmedida. Pero el aparato aguantó y Francina fue presidenta.

Muchos de los miembros de este aparato pertenecen a familias socialistas de toda la vida. No pocos de ellos guardan la memoria de la persecución franquista contra sus antepasados, comenzando por la propia Francina Armengol, o también Francesc Antich. Eso les hace especialmente fuertes y por eso han podido aguantar la embestida de la nueva marca Units Podem Més. El domingo poco despues de que se cerrasen los colegios electorales sabían que habían resistido. Su Ohio es Inca. Y allí su gente respondió.

Ahora están preocupados por los pactos y estrategias que pueda desarrollar Pedro Sánchez. Muestran acuerdo o desacuerdo con los asuntos de Madrid. Pero sus cimientos no son éstos. Su voluntad de seguir adelante y de continuar creciendo tiene raíz isleña, obra de generaciones. Ninguna moda les hace retroceder o asustarse. Sean las ambiciones internas, sea el embate externo o sean las estrategias de Més (un aliado natural suyo que prefirió el acuerdo con la gente de Jarabo).

Al final, como siempre, los del PSIB-PSOE siguen en su puesto, manteniendo el Govern e impulsando proyectos pese a las dificultades. Por contra, en Podemos, tanto a nivel isleño como en el conjunto del Estado, se echan las manos a la cabeza. ¿Qué ha fallado? La respuesta es sencilla: un millón largo de votantes potenciales podemitas se quedaron en su casa en toda España. Eso impidió el sorpasso y regaló un puñado de diputados al PP. ¿Y quién se rajó? Fueron segmentos de la clase media que indignados el pasado diciembre votaron Podemos pero que el 26-J, justo después del shock Brexit, se asustaron. Les venció el miedo, el vértigo al cambio en una coyuntura muy difícil. En Balears también un par largo de decenas de miles de miembros de la clase media decidieron quedarse en su casa y no votar a los podemitas y sus aliados de Més, impidiendo el gran vuelco.

Ahí estuvo la diferencia. En el miedo. Los del PSIB se portaron. Resistieron las raíces plantadas hace más de ochenta años. Las modas pasan, el apego a unos valores contra viento y marea es lo que convierte a los partidos en gigantes. Podrán atravesar épocas duras, incluso de escasez. Pero siempre acaban por levantarse, una y otra vez. sin desmayo