Francina Armengol. | Teresa Ayuga

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Esta vez Francina no consentirá más cachondeo en la Conselleria de Transparència i Cultura. Dejará que Més designe al nuevo titular y que remodele cargos intermedios, si lo desea. Pero quiere sobre la mesa no sólo una propuesta seria en lo que se refiere a personas, sino también en lo que concierne al proyecto a desarrollar por esta Conselleria en el inmediato futuro. Si no lo ve claro, Francina esta dispuesta a plantarse «y no firmar el nombramiento». Suya es la responsabilidad de designar a sus consellers, tanto por su capacidad de gestión como por sus luces a la hora de desarrollar una acción de gobierno, sean de la coalición, del partido, de la isla y del sexo que sean.

El show de Esperança Camps no puede volver a repetirse. Ver a directores generales haciendo la zancadilla a su propia consellera es un espectáculo impropio de un autogobierno con más de treinta años de trayectoria a sus espaldas. El Govern no es un circo ni una asamblea de barriada en animada discusión de sábado por la mañana. Es la primera institución de una sociedad creada hace ocho siglos. Y el que no lo entienda, que arree. «No podemos permitirnos otro festival como éste», afirman por los aledaños del Paseo Sagrera.

El pasado viernes, Francina llamó a la presidenta del Consell de Menorca, Maite Salord, cuando bajaba del avión pasadas la cinco de la tarde, ultimada la faena de la mañana. «Tú te creías que habías arreglado esto, pero la consellera Esperança Camps ha dimitido de forma irrevocable». Salord se quedó de piedra. Había llegado a las 8,30 para reunirse con los altos cargos de Transparència i Cultura e intentar salvar a Esperança. Pero la lió parda. Iba a una boda y armó un funeral. Camps dimitió fue dejando al Govern en pleno en ridículo el día que se presentaba la Oficina Anticorrupción.

¿Y qué dice Més?. En lo que se refiere a los menorquines es labor de hermeneutas escrutarlo. Es evidente que componen un mundo aparte y hermético respecto a Més-Mallorca. En Palma ya hay más interpretaciones, por ejemplo que «Esperança es buena periodista y buena escritora pero no tiene experiencia de gestión». ¿Pero es ése motivo suficiente para que los directores generales se le levantasen a la brava en plan primavera árabe? Es difícil de entender si no existe guerra interna de calado muy profundo. Otra crítica que hacen en Palma a Esperança es que «no le pedía dinero a la consellera d'Hisenda, Cati Cladera (PSIB), cuando otras conselleras, como Josefina Santiago (Més), no para de exigir recursos. Para eso están».

Ahora Francina necesita un poco de tiempo. Su conseller socialista ibicenco del Territori, Joan Boned, tiene problemas de salud. Podría ser el momento apropiado para hacer una remodelación de su Govern con más profundidad. Por ejemplo (cuotas mandan) poner a una mujer socialista ibicenca de consellera de Territori y facilitar así que Més pueda poner a un hombre, menorquín en Transparència i Cultura. Habrá que ver si la cosa cuadra, porque de lo contrario las cuotas por islas, por sexos y por partidos podrían trastocar a medio Govern como a fichas de dominó. Una mínima disfunción lo podría descolocar casi todo.

Lo primero es ver a quién ofrecen como conseller-a la tropa de Més de Menorca. De todas maneras será un interino-a porque el año que viene la plaza será para la mismísima Maite Salord una vez que, en virtud de los pactos, la presidencia del Consell de Menorca pase a manos socialistas.

Lo seguro que es que entre tanto encaje de bolillos, Francina se va a poner dura, helada y seca como el busto de Nefertiti. Ejercerá de presidenta. Tiene un cólico de gato por liebre. Necesita claridad desde el minuto uno. Y si no ve luz, habrá puñetazo sobre la mesa y un ¡no firmo! como un piano. Será la cúspide de la pirámide de poder conforme a las prerrogativas y el poder que le conceden el Estatut d'Autonomia (que es lo único con lo que no se puede jugar). Que lo sepa Més: No firmará ningún churro hijo de apaños internos menorquines; sólo propuestas serias y personas que la convenzan.